domingo, 2 de octubre de 2016

Meditación: Lucas 17, 5-10


XXVII Domingo del Tiempo Ordinario

Hoy el Señor nos dice claramente que los buenos servidores de Dios saben que no son más que “siervos.” Pese a eso, la idea de saber que para el Señor no somos más que “servidores” tal vez nos parezca un tanto extrema. ¿Quiere el Señor en realidad que nos sintamos ineptos y sin valor alguno? ¡Claro que no! El Padre nos considera tan valiosos que quiere darnos el Reino (Lucas 12, 32).

Jesús contó la parábola de hoy para demostrar que un buen servidor que ama mucho a su patrón hace su trabajo a conciencia y se esmera en atenderlo y demostrarle respeto; no se limita a hacer “lo mínimo”, sino que posterga sus propios planes y renuncia a sus preferencias para complacer a su patrón.

Una humildad como ésta pone en acción el poder de Dios, pero esto sólo es posible si uno le pide al Espíritu Santo que le haga comprender la majestad y la santidad de nuestro Señor. Cuando uno conoce más profundamente a Cristo, se siente transformado y desea entregarse más a él. El amor de Cristo es tan extraordinario que cautiva y enternece nuestro corazón; el Señor conoce todas nuestras faltas y defectos, sin embargo nos ama en forma completa e incondicional; por eso mismo, nosotros tenemos que amarlo a él sin condiciones y servirlo con gratitud y amor, no por temor ni de mala gana.

San Pablo dijo a los corintios: “El amor de Cristo nos apremia, al pensar que si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos para que los que viven ya no vivan para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Corintios 5, 14-15). Si vivimos para Cristo con esta misma convicción, iremos aprendiendo a pensar como el Señor y, como resultado, las oraciones que hagamos y las decisiones que tomemos estarán de acuerdo con su santa voluntad.
“Jesús, Señor nuestro, tu majestad llena los cielos y la tierra; sin embargo, decidiste humillarte por completo para rescatarme del pecado. Por eso, eres merecedor de todo mi amor y de mi obediencia absoluta. Señor, pongo mi vida entera en tus manos.”
Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4
Salmo 95, 1-2. 6-9
2 Timoteo 1, 6-8. 13-14

fuente: Devocionario católico la palabra con  nosortros

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