"Si realmente queremos ser recuerdos vivos, ofreciendo orientación hacia una tierra nueva, la palabra de Dios ha de ser grabada en nuestros corazones; precisa convertirse en nuestra carne y sangre. Para esto no es suficiente con la reflexión intelectual. Se precisa meditar y rumiar la palabra de Dios, masticándola o, como dice el salmista, murmurándola día y noche. De este modo, la palabra de Dios puede descender poco a poco, desde nuestra mente a nuestro corazón, llenándonos así del Espíritu vivificador".
Henri NOUWEN
La memoria viva de Jesucristo
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