martes, 8 de agosto de 2017

COMPRENDIENDO LA PALABRA 080817

San Columbano (563-615), monje, fundador de monasterios 
Instrucciones espirituales I, la fe 3-5
“Te abriste un camino por el mar, un sendero por las aguas caudalosas, y nadie descubrió tus huellas.” (Sal 76,20)

      Dios está en todas parte, todo entero, inmenso. Por todas partes está cerca según el testimonio que él da de sí mismo: “Yo soy un Dios cercano y no un Dios lejano”. El Dios que buscamos no es un Dios que está lejos de nosotros. Está en medio de nosotros si somos dignos de él. Habita en nosotros como el alma en el cuerpo si somos para él miembros sanos no contaminados por el pecado (cf 1Co 12,27). Así él habita verdaderamente en nosotros, tal como él mismo ha dicho: “Yo pondré mi morada en medio de vosotros y nunca os rechazaré. Viviré en medio de vosotros; seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo” (Lv 26,11-12). Queriendo habitar en nosotros, por gracia, nos vivifica verdaderamente, haciendo de nosotros sus miembros vivos. “En él vivimos, nos movemos y existimos” (Ac 17,28) como dice San Pablo.

      Pero ¿quién puede seguir al Altísimo hasta su ser inefable e incomprensible? ¿Quién escrutará las profundidades de Dios? ¿Quién sabrá tratar del origen eterno del universo? ¿Quién se gloriará de conocer a Dios infinito que penetra todo, que envuelve todo, que sobrepasa todo, que abraza todo y se sustrae a todo?”A Dios nadie lo vio jamás” (Jn 1,18) tal cual es. Que nadie tenga la presunción de querer sondear las impenetrables profundidades de Dios, el qué, el cómo, el por qué de su ser. No puede ser expresado ni escrutado ni penetrado. Simplemente, cree con fuerza que Dios es y que Dios siempre será tal cual es ya que en Dios no cabe cambio alguno.

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