¡Ese tierno y bendecido campo de María!
¡Oh inefable y tierna Caridad! ¡Qué bondadosa es la unión que ha asumido con el hombre! Nos ha demostrado su inefable amor con las gracias y las bondades innumerables que acordó a sus criaturas, particularmente por la gracia de la encarnación de su Hijo. Hemos visto la soberana Grandeza descender a la bajeza de nuestra humanidad. (…)
Mi queridísimo Padre, verdaderamente, en ese tierno y bendecido campo de María, el Verbo, unido a su carne, es semejante a la semilla que germina al calor del sol, muestra su flor y su fruto y deja su envoltura en la tierra. Igualmente ocurre con el calor y el fuego de la divina caridad de Dios hacia el género humano, cuando pone la semilla de su Palabra en el campo de María. ¡Oh bienaventurada y tierna María! ¡Nos ha dado la flor del bondadoso Jesús! (…)
No olvide, piense siempre en su corazón, en su memoria, en su alma, que ha sido ofrecido y dado a María. Pídale que ella lo presente y dé a su bondadoso hijo Jesús. Esta tierna Madre, esta tierna Madre de misericordia lo presentará. No sea ingrato ni desmemoriado, ya que ella nunca olvida la oración que le hacen, sino que la recibe con bondad. Sea fiel, (…) corra generosamente con ese deseo, con María, que lo hará siempre buscar el honor de Dios y la salvación de las almas.
Santa Catalina de Siena (1347-1380)
terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa
Carta 92 a Roberto de Nápoles (Lettres I, Téqui, 1976), trad. sc©evangelizo.org
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