martes, 16 de abril de 2024

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,30-35


Evangelio según San Juan 6,30-35
La gente dijo a Jesús: "¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas?

Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo".

Jesús respondió: "Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo;

porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo".

Ellos le dijeron: "Señor, danos siempre de ese pan".

Jesús les respondió: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos, paz y bien.

Hoy escuchamos en la primera lectura cómo muere san Esteban. El esquema de su muerte nos recuerda al de la muerte del mismo Jesús. En ambos casos, la acusación es injusta, y los dos mueren perdonando a sus asesinos. Evidentemente, hay una intención en todo esto, una enseñanza para que los discípulos del siglo XXI, como los primeros discípulos, sepamos cómo reaccionar ante las injurias y las calumnias.

En este relato, además, aparece un joven Saulo, azote de cristianos, que aprobaba la ejecución. A lo largo de estos días, iremos viendo su evolución. No hay nada que el Espíritu Santo no pueda cambiar. Ni siquiera aquello que a nosotros nos parece imposible, como nuestra ira, nuestro egoísmo, nuestros defectos…

Jesús sigue educando a sus seguidores. Hoy les sorprende con una nueva afirmación. “Yo soy el Pan de vida”. Mejor que el maná del desierto, que al final resultaba insípido por repetitivo. Entendemos que tendremos hambre y sed cada día, porque es lo natural. Pero los interlocutores de Jesús querían vivir sin hambre y sin sed. Literalmente. Otra vez las motivaciones, de las que hablábamos ayer.

Con Cristo las cosas se pueden ver de otra manera. Porque Él es la Sabiduría que se nos da en su Palabra y en su Cuerpo, el verdadero Pan de Vida. Sólo Él puede saciar nuestra hambre y sed de paz y de perdón, de justicia y de felicidad. Otras maneras de saciarnos (el poder, el orgullo, el placer…) nos dejan con ganas de más. No pueden llenarnos.

Pidámosle al Señor que de verdad Él sea el pan que sacie nuestra hambre. Que nos dé siempre de ese pan que es su Cuerpo. Para que sepamos ver a Dios en todos los sucesos de nuestra vida.

Nuestro hermano en la fe,
Alejandro Carbajo, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

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