¡El Intocable es tocado, se deja retener por el siervo [Tomás] y el Soberano al inferior muestra las heridas, por las que toda la creación al mismo tiempo se había desconcertado! Dignificado Tomás por esos regalos, elevó una súplica a quien de esa manera lo había honrado, diciendo: "Soberano, tolera mi temeridad…, libérame de la carga, aligérame de la incredulidad, para que pueda salmodiar y decir: 'Eres Señor y Dios nuestro'”,
Romano El Cantor
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