Las virtudes ocultas de la Santa Cruz
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo único, para que todo aquél que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3,16)
Quise comenzar con este pasaje tan conocido para hablar de algunas virtudes de la Cruz de Cristo, de las cuales podemos apoderarnos, pues, antes de que Cristo sea crucificado, la cruz era señal de maldición y exterminio vergonzoso del condenado. Morir crucificado era la peor pena que alguien podía sufrir en aquel tiempo. Quien busca a Cristo sin la cruz, encontrará la cruz sin Cristo. Por lo tanto, mis hermanos, alabemos por las marcas que traemos de la cruz, no nos quejemos por las oportunidades que las dificultades nos ofrecen. Estemos seguros que, después de la cruz, vendrá la resurrección. El Resucitado trae esas mismas marcas salvadoras, y serán nuestras marcas de cruz con Cristo que nos ayudarán a alcanzar la victoria definitiva.
Mirando al Crucificado, mirando el costado abierto de Cristo, de donde brotan sangre y agua, la primera virtud de la cruz, que nos fue dada por Jesús en lo alto del madero, es la vida eterna: “para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna”. El mundo nos ha presentado una pseudo-vida, llena de esfuerzos para llenar nuestro corazón, pero no ha logrado corresponder a las ansias de nuestra alma, porque nuestra alma tiene sed de lo eterno, de lo sagrado, tiene sed de Dios. ¡Y aunque no lo llames así, ten por sabido que tienes sed de Dios! Toda nuestra vida necesita pasar por el costado abierto de Cristo, para que pueda nacer a una vida nueva.
La virtud de la esperanza es otro don extraordinario de la cruz, que nos fue regalado por el Señor para nuestros tiempos de desesperación. ¿No es verdad que no sabemos esperar? No tenemos paciencia para nada, todo nos roba la calma y, fácilmente, perdemos la paciencia y el buen humor, y tampoco soportamos el sufrimiento. Nos falta esperanza, porque nos falta Dios, la Esperanza de los hombres. Él nos enseña la paciencia, nos enseña a esperar, a creer que “todo concurre para el bien de aquellos que aman a Dios” (cf. Rom 8,28)
La virtud de la fe también atraviesa todo el misterio de la cruz, pues solo podemos entender a un Dios que ofrece a su Hijo único para morir por un pueblo que no lo merece, si es por la fe. De ese modo, Dios Padre dio la mayor prueba de amor al hombre, este solo gesto podría y puede salvar el mundo, que hoy vive su mayor crisis de fe.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo único”, esa es la mayor de todas las virtudes de la cruz. EL AMOR. San Juan nos habla, en su primera carta, que Dios es amor. Es simple, pero es su esencia, por eso quien no ama no conoce a Dios. Hoy somos profundamente marcados por la falta de amor, por la violencia y el odio.
¿Y cómo creer que Dios es amor ante todo lo que el mundo, sin Dios, nos presenta? ¡Basta mirar al Crucificado y ver en el Él la prueba más expresiva de amor, capaz de dar la vida por nosotros! ¿Cuántos daríamos la vida por un criminal o por un gran pecador? ¡Dios entregó la vida por ti y por mí por amor! Esa es la única fuerza capaz de transformar a las personas, de cambiar el mundo.
Pidamos a Dios que nos colme con las virtudes de la cruz, para que podamos vivir y experimentar la vida nueva que fue conquistada para nosotros por Cristo con su Sangre y Muerte en la cruz. Por todo eso, la vivencia y la iconografía de los cristianos, desde el siglo I, dieron a la sagrada cruz un lugar especial entre las expresiones de fe cristiana. Ahí podemos ver que es totalmente errónea la teoría de que la cruz es un símbolo pagano, introducido por influencia del paganismo en la Iglesia, y destinado a ser eliminado del uso de los cristianos. Rechazar la cruz de Cristo es lo mismo que rechazar el símbolo de la redención de la esperanza y del amor de los cristianos.
El Señor cargó un madero pesado para redimirnos, le fue muy difícil cargarlo, porque ya estaba agotado por los sufrimientos y azotes. Y más aún: la cruz que Jesús cargó fue causa de salvación. Pero, muchas veces, cargamos pesos y situaciones innecesarias para nuestra salvación pero si para perder nuestra alma. El apego enfermizo a las cosas, a las personas y a la propia opinión es una cruz de perdición. ¿Cuáles son los pesos innecesarios que vienes cargando? Jesús te pide: Dame tu cruz, quiero ser tu Cireneo. Recuerda que: “Él cargó sobre si nuestros dolores y por sus llagas fuimos sanados” (Is 53,4)
Señor, tú que dejaste que te burlaran y ultrajaran. Ayúdanos a no ser parte de aquellos que se burlan de quien sufre y es débil. Ayúdanos a reconocer tu rostro en quien es humillado y marginado. Ayúdanos a no desanimar ante las burlas del mundo cuando la obediencia a tu voluntad es vista como una ridiculez. Cargaste con la cruz y nos invitaste a seguirte por ese camino (cf. Mt 10,38). Ayúdanos a aceptar la cruz, a no huir de ella, a no lamentarnos ni dejar que nuestros corazones se aflijan con las pruebas de la vida. Ayúdanos a recorrer el camino del amor y, obedeciendo sus exigencias, a alcanzar la verdadera alegría.
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