Dios nos dio la capacidad de destruir cualquier fuerte que el pirata más poderoso haya construido en nuestra vida.
“Las reuniones de oración colectiva tienen como resultado tremendas respuestas a la oración. Además de las respuestas especificas, existen siempre grandes beneficios espirituales en la medida en que todos los que están rezando aprendan a persistir más efectivamente”, dijo Dr. Wesley L. Duewel, célebre misionero, predicador y escritor de renovación espiritual.
Todos nosotros tenemos decisiones importantes que tomar, porque son ellas las que determinan nuestra eficiencia en derribar las fortalezas mencionadas en la Biblia.
Dios nos dio la capacidad de destruir cualquier fuerte que el pirata más poderoso ya haya construido en nuestra vida. Él nos da las armas “poderosas en Dios para derribar fortalezas” (2 cor 10,4). La primera arma es quizás la más poderosa: la oración. Ella es la gran tarea para la cual todo cristiano es llamado.
Oswald Chambers escribió: “La oración no nos equipa para las ‘obras más grandes’. Ella es la obra más grande de todas”. La Biblia declara claramente el propósito eterno de Dios para nuestra vida: “En efecto, a los que Dios conoció de antemano, los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo….” (Rm 8,29). El deseo del corazón del Señor es que nos volvamos iguales a Jesús. Cuando la pasión de nuestra vida se alinea con la pasión de Su corazón podemos ponernos de lado y ver a Dios hacer cosas extraordinarias. Él puede transformar lo negativo en positivo, los errores en aciertos y las fortalezas ocupadas por piratas en templos llenos de Su Espíritu. Esto nos lleva a la segunda arma de nuestra guerra: el Espíritu Santo. La oración nos da acceso al trono de Dios, de donde él mantiene todo poder y autoridad. El Espíritu Santo es parte de la naturaleza trinitaria del Señor que vive en cada cristiano. Él conduce el poder del cielo a nuestro corazón para ser conforme a la imagen de Cristo. El Apóstol Juan escribió: “Ustedes, hijitos, son de Dios, y ya han logrado la victoria sobre esa gente, pues el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo”(1 Jn 4,4).
Hace muchos años, un gran predicador proclamó el Evangelio y una joven entrego su corazón a Cristo. Después de la reunión, el predicador le preguntó: “¿Que harás cuando el diablo llame a la puerta de tu corazón?”. Ella hizo una pausa antes de responder. “Creo que pediré a Jesús que atienda la puerta”. La joven comprendió una gran verdad bíblica. La victoria no está en nuestro poder, sino en el poder de Aquel que vive en nosotros. Él es nuestra fuerza, nuestra fortaleza, la roca de nuestra salvación. Él es aquel que nos lleva a vencer.
“La oración nos da acceso al trono de Dios y nos permite tomar posesión de la autoridad de Cristo”. El Espiritu Santo vive en nosotros y nos da poder para destruir las fortalezas. “La oración libera el Espíritu Santo para hacernos iguales a Cristo”, asegura el ilustre evangelista Rev. Sammy Tippit.
Traducción: Thaís Rufino deAzevedo
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