En el evangelio de hoy una mujer admira a Jesús, y quizás con una pizca de celos, exclama que ciertamente la madre de Jesús tiene que ser una mujer afortunada por tener tal hijo. La respuesta de Jesús va más honda, hacia una maternidad más profunda. La maternidad de los que llevan a Jesús, que es la Palabra viva de Dios, en su corazón y en su vida: es decir, aquellos que aceptan y siguen seriamente a Jesús con fe.
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