Dichosos todavía más los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica. (Lucas 11, 28)
Con esta respuesta, Jesucristo explica que su Madre, María Santísima, es bienaventurada principalmente por haber sido fiel en la escucha y en el cumplimiento de la Palabra de Dios, es decir que la sola maternidad corporal de María no fue la razón de esa bienaventuranza, porque dichoso es todo “el que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica”. Oír y obedecer la Palabra de Jesús es lo que nos protege de caer bajo el dominio del maligno engañador. María escuchó, creyó y guardó la Palabra de Dios y sin duda es dichosa por ser la Madre de Jesús, el Redentor del mundo, pero más aún porque escuchó la Palabra de Dios y la guardó.
Los judíos pensaban que el favor de Dios estaba reservado para un pequeño resto de fieles del judaísmo, pero Jesús cambió esta perspectiva por otra bienaventuranza que le da una proyección universal a la salvación que Dios ofrece a todo ser humano: la redención no es patrimonio exclusivo de un grupo, una nación o una raza determinada, sino que pertenece a todos los que creen en Cristo y hacen presente el Reino de Dios con una actitud constante de amor al Creador y de escucha y práctica de la Palabra de Dios.
El Señor quiere que todos seamos felices, dichosos y bienaventurados, como lo dice reiteradamente en sus enseñanzas: “Dichosos los pobres de espíritu, los misericordiosos, los que tienen hambre y sed de justicia”… “los que creen sin haber visto” (Mateo 5, 3-12; Juan 20, 29). Dios quiere que cuantos le amamos seamos felices desde ahora mismo, pero es una felicidad a la que no se llega por los caminos amplios de los bienes materiales, el poder o la fama ni los valores del mundo, sino por el camino angosto del amor sincero y el servicio humilde al necesitado.
La Virgen María es bienaventurada no solamente por haber traído al mundo al Salvador y por haberlo amamantado, como reconocía aquella mujer del pueblo, sino especialmente por haber sido fiel oyente de la palabra y haberla puesto en práctica: por haber amado y haberse dejado amar por su Hijo Jesús.
“María Santísima, tú que llevaste en tu vientre a la Palabra de Dios y la diste a luz, ayúdame a conocerla, estudiarla y meditarla todos los días.”Gálatas 3, 22-29
Salmo 105(104), 2-7
fuente. Devocionario católico la palabra con nosotros
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