OTRA CARTA DEL PADRE PÍO CON RECOMENDACIONES SOBRE EL ÁNGEL
Dice una de las hijas espirituales del padre Pío:
Una de las devociones que más nos inculcaba era la del ángel custodio.
Porque, como él decía, es nuestro compañero invisible que está siempre junto a nosotros desde el nacimiento hasta la muerte, por lo que nuestra soledad es sólo aparente.
Nuestro ángel está siempre a nuestro lado desde la mañana, apenas te despiertas, y durante toda la jornada hasta la noche, siempre, siempre, siempre.
¡Cuántos servicios nos hace nuestro ángel sin saberlo ni advertirlo!.
A Raffaelina Cerase (1868-1916) le escribía el 20 de abril de 1915:
¡Cuántas veces he hecho llorar a este buen ángel!
¡Cuántas veces he vivido sin temor de ofender la pureza de su mirada!
¡Es tan delicado y tan sensible!
¡Oh Dios mío, cuántas veces no he correspondido a los cuidados, más que maternales, de este ángel sin ninguna señal de respeto, de afecto o reconocimiento!
Este pensamiento al presente, me llena de confusión y es tal mi ceguera que no tengo ningún sentimiento de dolor.
Y lo que es peor todavía, trato a este querido angelito, no digo como amigo, sino como un familiar. Y este angelito no se ofende con tales tratos. ¡Qué bueno es!…
¡Oh Raffaelina, cuánto consuela el saber que siempre estamos bajo la custodia de un espíritu celestial!
Que no nos abandona ni siquiera aunque demos un disgusto a Dios.
¡Qué dulce es para el creyente esta gran verdad!
¿De qué puede temer un alma que trata de amar a Jesús, teniendo siempre consigo tan insigne guerrero?
¿Acaso no fue él uno de aquellos que junto a san Miguel defendieron el honor de Dios contra satanás y contra los espíritus rebeldes, a quienes arrojaron al infierno?
Ten en cuenta que él es todavía poderoso contra satanás y sus satélites. Su amor no ha disminuido ni jamás disminuirá para defendernos.
Toma la costumbre de pensar siempre en él. ¡Oh, si los hombres supieran comprender y apreciar este grandísimo don! ¡Dios, en un exceso de amor nos ha asignado un espíritu celeste!
Invoquen frecuentemente a este ángel custodio y repitan muchas veces la bella oración:
“Ángel de Dios, que eres mi custodio, ilumíname, custódiame, guíame ahora y siempre”.
¡Qué gran consuelo, cuando en el momento de la muerte el alma vea a este ángel tan bueno, que nos acompañó a lo largo de la vida con tantos cuidados maternales!
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