Hay días en los que simplemente no queremos hacer aquello que sabemos que es necesario para mantenernos en forma, porque si no estamos en buena forma nos sentimos cansados, desanimados, e incluso a veces adoloridos.
Pero cuando reconocemos los beneficios del ejercicio nos sentimos motivados a continuar haciéndolo, porque el ejercicio nos ayuda a tonificar la musculatura, activar las articulaciones, perder peso, reducir la tensión, recuperar el buen humor y estimular la energía en general. Por el contrario, quienes no hacen ejercicio diariamente o periódicamente se sienten débiles, desarrollan ciertos males y el físico les va envejeciendo con mayor rapidez.
Esta paradoja nos ayuda a considerar la enseñanza de Jesús sobre el camino angosto. Esta imagen puede resultarnos intimidatoria cuando nos fijamos más en lo adverso que es el sendero. Por eso siempre es mejor tener presente el lugar al que nos lleva este camino: el gozo y la libertad. Cuando decidimos tomar el camino angosto, nos sentimos más libres, no menos. Por el contrario, el camino fácil y ancho nos aleja de Dios y nos hace sentirnos más vacíos y desprovistos de esperanza.
Sabemos lo que implica entrar por la “puerta estrecha”: la decisión de rezar o no rezar, servir o no servir, perdonar o no perdonar. Es posible que al principio no nos parece atractivo el tomar la decisión más difícil, pero tal como sucede con el ejercicio corporal, el beneficio nos llegará al final. Cuando ejercitamos las piernas, ellas se nos fortalecen; cuando “ejercitamos” el perdón, la misericordia se nos fortalece. Poco a poco, las decisiones diarias que tomamos de preferir a Dios nos van haciendo parecernos más a él.
Hoy, cuando encuentres una de esas “puertas estrechas”, trata de pensar que son oportunidades que se te están presentando. ¡Dios las ve así! Las ve como momentos de gracia para acercarte más a su lado. De esta forma, estás participando en el mejor programa de ejercicios que jamás haya existido: ¡Jesús te está poniendo en forma para llegar al cielo! Cualquier situación con la que te enfrentes en realidad forma parte del plan divino que tiene para tu preparación espiritual. Cada ejercicio que hagas te acerca más a tu meta: Dios mismo.
“Señor, tú eres el premio más excelso que busco. Mantén mi corazón sintonizado con el tuyo, y ayúdame a ver cada obstáculo como un paso más en el camino a la gloria.”
2 Reyes 19, 9-11. 14-21. 31-36
Salmo 48(47), 2-4. 10-11
fuente Devocionario Católico La Palabra de Dios
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