sábado, 30 de junio de 2018

Ángel Defensor... en la vida del Santo Padre Pío

El Padre Pío se comunicaba intensamente con su Ángel.
Llamaba a su Ángel Angelino.
Y se valía de él para múltiples actividades.



Ángel Defensor
Muchas veces el ángel lo defendía del poder del maligno.

En una carta al padre Agustín del 13 de diciembre de 1912 le dice:
-No hubiera sospechado ni lo más mínimo el engaño de barbazul (el diablo), si mi angelito no me hubiera descubierto el engaño.El compañero de mi infancia trata de aliviarme los dolores que me dan estos apóstatas impuros.
Y él mismo asegura:
-Después de las apariciones diabólicas casi siempre se aparecen Jesús, María o el ángel custodio.

El ángel le decía:
-Defiéndete (del maligno), aleja de ti y desprecia sus malignas insinuaciones y no te aflijas, amado de mi corazón, pues yo estoy junto a ti.
Oh, Señor, ¿qué he hecho yo para merecer tanta amabilidad de mi angelito? Pero no me preocupo de esto. ¿Acaso no es el Señor el dueño para dar sus gracias a quien quiere y como quiere?
Yo soy el juguete del niño Jesús, como él mismo me repite, lo malo es que Jesús ha escogido un juguete de poco valor. Sólo me desagrada que este juguete escogido por Él ensucie sus manos divinas.
Un día le llegó una carta toda ennegrecida por el diablo, que no se podía leer.
Y le escribe al padre Agustín el 13 de diciembre de 1912:
Con ayuda del angelito he triunfado esta vez sobre el pérfido cosaco.El angelito me sugirió que a la llegada de la carta, le echara agua bendita antes de abrirla. Así hice con la última, pero ¿quién puede describir la rabia de Barbazul?
En otra carta al padre Agustín del 5 de noviembre de 1912, le escribía:
El sábado me parecía que los demonios querían acabar conmigo. No sabía a qué santo dirigirme.Me vuelvo a mi ángel y, después de hacerse esperar un poco, al fin viene aleteando en torno a mí y con su angélica voz cantaba himnos a la divina Majestad.Le grité ásperamente de haberse hecho esperar tanto mientras yo estaba pidiéndole su ayuda.Para castigarlo, no quería mirarlo a la cara, quería alejarme y huir de él, pero el pobrecito vino a mi encuentro casi llorando, me agarró para que lo mirara y lo vi todo apenado.Me dijo: “Estoy siempre a tu lado. Estaré siempre junto a ti con amor. Mi afecto por ti no desaparecerá ni con tu muerte.Sé que tu corazón generoso late siempre por nuestro común Amado”. ¡Pobre angelito! Él es demasiado bueno. ¿Conseguirá hacerme conocer el grave deber de la gratitud?

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