Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán.
Querido amigo/a:
“Por sus frutos los conoceréis” Porque el fruto es el momento de la verdad, mientras que las palabras pueden quedarse en buenos propósitos. En el fruto es más difícil el engaño; es imposible que un árbol malo de buenos frutos. Si el fruto es bueno, lo es el árbol.
Evidentemente en el jardín de nuestro ser hay frutos buenos y malos, trigo y cizaña, bien y mal. A nosotros nos toca cuidar de nuestra tierra para intentar que las mejores semillas plantadas por Dios germinen, crezcan y den fruto. Igual que hace el labrador, hay que remover la tierra para oxigenarla, hay que abonarla, hay que limpiarla de cizaña, plagas y malas hierbas. Ese es nuestro trabajo. Te propongo que pongas nombre a estas tareas: qué tienes que remover y oxigenar, con qué tienes que enriquecer y abonar tu tierra (minerales, proteínas), qué malas hierbas tienes que arrancar… Medios tenemos: oración, discernimiento, sacramentos, acompañamiento…, canales donde la gracia de Dios se nos comunica.
Tenemos que intentar, con la ayuda de esta gracia, que las malas semillas que han caído en nosotros y que el maligno se empeña en sembrar mediante el engaño, no fructifiquen. En algunas personas así ha sido y contra ellos nos previene hoy el Señor en el evangelio. Se acercan con “piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces”.
Ayúdame Señor a ser auténtico, no falso; fructífero, no estéril; bueno, no malo. Sé que siempre estoy a tiempo para que siga creciendo lo mejor que has plantado en mi y que te estaré eternamente agradecido por tu mano cariñosa que me cuida y me trata con mimo y cariño.
Nuestro hermano en la fe:
Juan Lozano, cmf
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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