Pareciera que, para algunos, el perdón de Dios es como una máquina tragamonedas: tú colocas la “moneda” del perdón y la máquina expende un “paquete” de misericordia. Pero no es así.
Jesús explica cómo Dios otorga su perdón. No es que nos conceda su misericordia después de que hayamos perdonado a quienes nos hayan ofendido, porque Dios siempre nos ofrece su misericordia, pero nosotros simplemente no somos capaces de recibirla. Es como si tuvieras un paraguas abierto sobre tu cabeza, de modo que la lluvia del perdón de Dios no te llega. Eso es lo que sucede cuando no perdonamos a otros y por lo tanto no podemos recibir el perdón del Señor.
En efecto, si queremos experimentar el perdón de Dios, debemos perdonar a quienes nos ofenden. Pero ¿cómo hacerlo? Es simple: decidiéndolo. El perdón no es un sentimiento; es un acto de la voluntad. Pero, por lo general, no es algo que suceda fácilmente. Dios sabe que a veces caemos en la tentación de enfadarnos o buscar venganza, y por eso siempre está dispuesto a socorrernos. Así como recibió la declaración de fe de un hombre humilde e imperfecto —“Yo creo. ¡Ayúdame a creer más!” (Marcos 9, 24)— así también acoge tus esfuerzos por perdonar y los hace fructíferos. Todo comienza con una oración: “Señor, yo quiero perdonar, ayúdame a perdonar.”
Es posible que uno siga sintiendo el aguijón de la ofensa sufrida, pero con la ayuda de Dios, es posible decidirse a renunciar al resentimiento que se alberga en nuestro corazón.
No hay nadie que haya personificado tan perfectamente esta clase de misericordia como Jesús. Mientras padecía en la cruz, decidió orar: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23, 34). Jesús sufría a causa del pecado del hombre; nuestra desobediencia lo llevó a la agonía y aun así él nos perdonó. Su ejemplo nos enseña que la gracia para perdonar está disponible para todos.
Te invito a que le pidas al Espíritu Santo que te revele a quién debes perdonar. Luego haz a un lado la amargura y elige la misericordia. No te preocupes si todavía sientes el dolor. Pídele al Señor que te ayude a perdonar, y déjalo así por hoy. Luego pide lo mismo mañana y pasado mañana y el siguiente día. Conforme pidas esta gracia, el perdón de Dios empezará a inundar tu corazón.
“Señor Jesucristo, concédeme un corazón sensible y compasivo para que yo sea capaz de perdonar.”
Eclesiástico 48, 1-15
Salmo 97(96), 1-7
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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