lunes, 18 de junio de 2018

LECTIO DIVINA - Lunes XI - Mateo 5,38-42

Lectio Divina
para cada día del año
Ferias Tiempo Ordinario (Semanas 9-17 Años Pares), Vol. 6, Verbo Divino, Navarra, 2002


LECTIO
Primera lectura: 1 Reyes 21,1-16

El rey Ajab no sólo confía más en los manejos políticos que en la protección divina (capítulo 20), sino que se mancha también con un doble y grave crimen por instigación de su mujer, Jezabel, ávida de extender las posesiones de la casa real. El hurto y el homicidio perpetrados a espaldas de Nabot, el campesino israelita atacado en su propia tierra, indican la degradación moral de la monarquía, a pesar del montaje que parece conferir legalidad a lo obrado por el rey: proclamación del ayuno y convocación de la comunidad, como se acostumbraba a hacer en estado de catástrofe nacional. La maldición del rey, en no menor medida que la de Dios, implicaba la lapidación (Ex 22,27; Lv 24,16) siempre que estuviera acreditada por dos testigos (Nm 35,30; Dt 17,6), que aquí resultan falsos.

Evangelio: Mateo 5,38-42

La quinta antítesis consiste en la así llamada «ley del talión» (Ex 21,24; Lv 14,19ss; Dt 19,21), atestiguada en toda la Antigüedad (cf el Código de Hammurabi, del siglo XVIII a. de C.). Se basa esta ley en el principio de la retribución y en la exigencia de la reparación, poniendo un freno con ello a la retorsión (cf. Gn 4,23ss). «Nuestro Señor, al abolir esta reciprocidad, corta de raíz el pecado. En la Ley está la pena; en el Evangelio, la gracia. Allí se castiga la culpa; aquí, en cambio, se desarraiga la fuente misma del pecado» (Jerónimo). Por eso nos enseña Jesús a ser tolerantes, a no oponernos con espíritu de venganza e intolerancia a quien nos pone en una situación de prueba, sabiendo que de ese modo se corta la espiral de la violencia y de la prepotencia. Y eso incluso cuando anda de por medio la integridad de nuestra propia persona y de nuestros propios bienes, empezando por el tiempo. La referencia al manto sirve para indicar la ropa con que la gente se protegía de la in-temperie y se cubría en las horas de descanso. Los mil pasos era la distancia que se permitía recorrer en sábado. Pablo recoge también la enseñanza de Cristo: «No devolváis a nadie mal por mal [..]. No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mala fuerza de bien» (Rom 12,17.21).

«Esto es lo más excelente de estos preceptos», comenta Juan Crisóstomo, «que mientras que nos persuaden a nosotros de que soportemos el mal, al mismo tiempo enseñan a quien ofende al amor mediante la virtud y la sabiduría», viendo nuestro comportamiento desprendido y tolerante. «Cristo quiere que sus discípulos sean como la sal, que se conserva a sí misma y mantiene también los otros elementos con los que se mezcla.»

MEDITATIO

El antiguo precepto «ojo por ojo, diente por diente» ponía ya un límite a la propagación de la venganza. Ahora bien, Cristo pide un comportamiento que extirpa su misma raíz. Se trata del principio de la no-violencia, que neutraliza la «reacción en cadena» destinada a provocar un mal cada vez mayor.

Me pregunto sobre la práctica de la tolerancia, que la Biblia latina registra como uno de los frutos del Espíritu (Gal 5,22), y, por consiguiente, de la magnanimidad, que nos recuerda que «Dios ama a quien da con alegría» (2 Cor 9,7).

ORATIO

Qué difícil me resulta, Señor, saber perder en la vida. Qué celoso soy de mi tiempo, de mis cosas, de mi salud, de mis ideas, como si fuera su dueño absoluto y pudiera disponer de ellos según mi talento. Soy incapaz de ce-der, de condescender, de adaptarme al juego del otro. Estoy siempre a la defensiva y tutelo mis derechos (rea-les o presuntos) con la ilusión de tener siempre razón, de no cometer nunca errores, de conseguir imponerme siempre. Pero tú me pides que viva desarmado, que me mida con la impotencia, con la precariedad, con el fracaso, con la pérdida. Me pides que me mida con la cruz. Hazme comprender, Señor, que «encuentra lo mejor de sí mismo quien decide perder» (B. Häring).

CONTEMPLATIO

La historia de Nabot sucedió hace muchos siglos y, sin embargo, se sigue repitiendo todos los días. En efecto, todos los días los ricos siguen codiciando los bienes de los otros, siempre están insatisfechos con lo que ya poseen. Ajab no nació una sola vez. Sigue renaciendo continuamente y no desaparece nunca del mundo. Por un Ajab que muere, nacen mil. Tampoco Nabot es el único pobre que ha sido asesinado. Cada día aparece un Nabot apedreado, un pobre aniquilado.

¿Hasta dónde, ricos, os dejaréis llevar por vuestro loco egoísmo? ¿Queréis poseer vosotros todo el planeta? Los bienes del mundo pertenecen a todos: ¿quién os autoriza a monopolizar para vosotros el derecho de pro-piedad? La naturaleza nada sabe de ricos; ella nos hace a todos pobres. Cuando salimos del vientre materno es-tamos desnudos, no tenemos nada. Y cuando bajamos a la fosa es imposible que nos podamos llevar a ella nuestras propiedades. Sobre el ataúd del rico hay el mismo montón de tierra que sobre el ataúd del pobre. Aquel trozo de tierra, que antes no bastaba para la codicia del rico, ahora es incluso demasiado para albergar su cuerpo. Todos nacemos iguales, todos morimos iguales. Ve y cava en el cementerio. Sólo esqueletos verás. Y te desafío a distinguir a los ricos de los pobres. En ocasiones, es cierto, son envueltos los cuerpos de los ricos con lujosos vestidos. Mas eso en nada ayuda a los muertos: únicamente complace a los vivos. Te vistan como te vis-tan, rico, cuando mueres pierdes la belleza externa sin adquirir la interior. No sólo eso; juegas también una mala pasada a tus herederos. Estos, primero, pleitearán entre ellos; después, una vez hechas las partes, si son ahorradores conservarán con ansias y preocupaciones tu herencia, mientras que si son derrochadores la dilapidarán en poco tiempo. Esa será tu culpa póstuma: inducir a tus herederos a repetir los pecados que te condenaron (Ambrosio de Milán, «Nabot, I», 1 ss, en El buen uso del dinero, DDB, Bilbao 1995, pp. 87-88).

ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«No vuelvas la espalda al que te necesita» (cf. Mt 5,42).

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