Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
RESONAR DE LA PALABRA
Los hombres y las apariencias. Los hombres y la imagen que damos ante los demás. Para algunos el cuidado de esa imagen es el trabajo más importante de su vida. Y el que pensarán los demás la mayor preocupación. Tanto que a veces lo más importante no es lo que hagamos o no hagamos sino que los demás lo vean o no lo vean. Y esto, claro está es extensible a hombres y mujeres. No vaya a ser que alguien piense que sólo estoy hablando del sexo masculino.
Hace mucho años, en mis primeros tiempos de sacerdote, vino una señora a hablar conmigo. Estaba triste y amargada. Resulta que junto con otros matrimonios formaban un grupo de amigos. Y resulta que ella estaba teniendo una “aventura” que otro, que era del grupo pero que casualmente no era su marido. La señora venía a hablar conmigo triste. Pero no por haber tenido esa “aventura” que podía llevar a destrozar la familia del otro y su propia familia. No. Nada de eso. Su tristeza provenía del hecho de que, parece ser, algunos de los otros se habían enterado de la historia y se la estaban cotilleando unos a otros. Más o menos, venía a quejarse de lo malos que eran aquellos que estaban aireando su “aventura”.
Esto que me sucedió con aquella señora, lo he ido viendo muchas veces a lo largo de mi vida. Mucha gente que se preocupa no con haber metido la pata o hecho algo que no debían hacer sino por el hecho de que se llegue a saber. Porque, claro, eso afecta a su imagen pública. ¿Qué van a pensar los demás?
Una vez más, Jesús nos hace una llamada al realismo. Nos invita a dejar de lado la imagen, la apariencia, y a centrarnos en la realidad. Lo importante no es que nos vean orando sino que recemos de verdad. Lo importante no es que nos vean ayudando a los pobres, sino que dediquemos parte de nuestro tiempo y recursos a ayudarlos, aunque no nos vea nadie hacerlo. Lo importante no es que nos vean ayunando sino ayunar de verdad de las injusticias y de todas las cosas malas que anidan a veces en nuestro corazón. Dicho en palabras más actuales: lo importante no es salir en la foto sino actuar en la realidad. Ser lo que somos independientemente de que nos vean o no nos vean.
Es cierto que en este mundo a veces parece que sólo existe lo que sale los medios de comunicación, en la prensa, en la televisión. Tenemos que ser capaces de mirar un poco más adentro, un poco más allá, de la fachada. Estoy seguro que nos encontraremos con montones de personas que viven haciendo el bien, entregados al servicio de los más necesitados, sin hacer ruido, sin salir en la prensa, sin salir en la foto. Pero dando el callo. Esos son los que han entendido bien el mensaje de Jesús. ¡Enhorabuena!
Y para nosotros, pues menos preocuparnos de la imagen y las apariencias y más hacer lo que tenemos que hacer. Como nos pide Jesús.
Aristóbulo Llorente cmf
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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