«Cuando oréis, dice Jesús, entrad en vuestra habitación» ¿Cuál es esta habitación sino el mismo corazón, como lo indica el salmo en el que está escrito: «lo que digáis en vuestro corazón, en vuestra habitación lamentadlo? « (Ps 4,5). «Y después de haber cerrado las puertas orad, dijo, a vuestro Padre en secreto» no basta con entrar en su habitación, si la puerta permanece abierta a los inoportunos, por esta puerta se introduce subrepticiamente las banalidades de fuera, que invaden el interior. Desde fuera, como hemos dicho, las realidades pasajeras y sensibles penetran por la puerta, en nuestros pensamientos, es decir, por nuestro sentido y perturban nuestra oración, por una muchedumbre de fantasmas vanos. Es preciso pues cerrar la puerta, lo que quiere decir resistir a los sentidos para que una oración plenamente espiritual suba hasta el Padre, brote de lo profundo de nuestro corazón, donde oremos al Padre en secreto.
«Y vuestro Padre,dice, quien ve en el secreto te lo premiará » Tal debía ser la conclusión. El Señor no tiene aquí la intención de ordenarnos la oración si no de enseñarnos como orar; de igual manera que anteriormente no nos ordenaba la limosna sino la intención de hacerla, porque exige la pureza del corazón que no puede obtenerse sino que por una intención única y simple orientada hacia la vida eterna por el único y puro amor de la bondad.
Explicación del sermon sobre la montaña, 3, 11
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