«Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre»
El esplendor de Dios da vida: los que ven a Dios tendrán parte en la vida. Es por ello que el que es inaccesible, incomprensible e invisible se ofrece a nosotros para ser visto, comprendido y accesible por los hombres; es para dar la vida a aquellos que le captan y le ven. Puesto que, si su grandeza es insondable, su bondad no puede tampoco expresarse, y gracias a ella él se hace ver y da la vida a los que le ven.
Es imposible vivir sin la Vida; no hay vida si no es participando de Dios; y esta participación de Dios consiste en ver a Dios y gozar de su bondad. Así pues, los hombres verán a Dios para poder vivir... según lo que dice Moisés en el Deuteronomio: «Aquel día veremos, porque Dios hablará al hombre y éste vivirá» (Dt 5,24). Dios es invisible e inexpresable... pero todos los seres conocen a través de su Verbo que no hay más que un solo Dios Padre, que contiene todas las cosas y da la existencia a toda cosa, según lo que dice el Señor: «A Dios nadie le ha visto jamás; el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha revelado» (Jn 1,18).
San Ireneo de Lyon (c. 130-c. 208)
obispo, teólogo y mártir
Contra las herejías, IV, 5
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