8vo.
Día:
¡Espera
con nosotros Madre de Dios!
Rezamos la secuencia para empezar nuestra novena.
El Papa Pablo VI decía que la Virgen era la esposa del Espíritu Santo,
ya que cada vez que ellos se encontraban generaban vida y hacían algo maravilloso.
La primera vez que se encontraron, la Virgen concibió a Jesús. La segunda vez,
nació la Iglesia. Esta parábola del papa tiene todo su sentido cuando uno
piensa que la Virgen fue bien dócil a la acción del Espíritu. Siempre tuvo su
corazón dispuesto a la voluntad de Dios y siempre dijo que sí a lo que el Señor
le proponía, incluso cuando no entendía muy bien lo que le pedía.
Veamos cómo el ángel Gabriel ya le anunciaba a María la presencia del
Espíritu en su vida, para llenarla de la vida de Dios que ella después entregaría
al mundo al darnos nada menos que a Jesús.
Del Evangelio de Lucas:
“El
ángel dijo a María: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder de Dios te
cubrirá con su sombra. Por eso el niño será santo y se lo llamará hijo de Dios.
María respondió: yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has
dicho”.
Palabra del
Señor.
Tenía razón Pablo VI. El ángel le ofrece a María lo que Dios había pensado
para ella y le dice que sí. Todo lo demás lo hará el Espíritu Santo. Cuántas
veces Dios nos manifiesta su voluntad y nosotros miramos para otro lado, o
buscamos excusas, o respondemos a medias y no dejamos que el Espíritu nos
ilumine y ayude. Veamos algunos ejemplos de reacciones nuestras para ver si
somos dóciles a lo que Dios nos pide o si somos haraganes y rebeldes por no
aflojar en nuestra vanidad:
- Cuando alguien nos ofende y espera que lo perdonemos…
- Cuando ofendemos a otros y esperan que pidamos perdón…
- Cuando somos conscientes que alguien nos necesita y necesita nuestro
tiempo…
- Cuando la necesidad del otro pasa por lo material y recurre a
nosotros…
- Cuando es el mismo Señor el que espera nuestro tiempo y presencia en
Misa, oración, o alguna forma de encontrarnos con Él…
- Cuando estamos en grupos y se habla mal de quien está ausente…
Y debe haber muchas formas más de responder a la voluntad de Dios. Tenemos que elegir si hacemos lo mismo
que María, o nos quedamos en nuestras buenas intenciones pero que no se cumplen
porque anteponemos el egoísmo, el rencor, la pereza.
Por eso ahora vamos a responder a la palabra que escuchamos hoy
diciendo como María:
QUE SE HAGA TU VOLUNTAD.
- En aquellas situaciones felices que nos
causan mucha alegría…
- En los momentos difíciles y tristes que
nos tocan vivir a veces…
- En aquellas situaciones donde no vemos muy
clara tu presencia, igual decimos…
- Cuando podemos estar con las personas que
más queremos y disfrutar de ellas…
- Cuando el encuentro es con gente que no
nos cae tan bien y tenemos que ser amables…
- Cuando alguien nos habla mal de otro y nos
hace cómplice de su chisme
Rezamos la oración que Jesús nos enseñó a decirle al Padre:
que se haga su voluntad. Decimos Padrenuestro…
Y con María también vamos a rezar ya que ella es el mejor ejemplo de
docilidad al Espíritu santo para cumplir la voluntad de Dios: Dios
te salve María…
Oración
final:
Virgen
María que estuviste con los amigos de Jesús
esperando
al Espíritu,
tú
que perseveraste con ellos en la oración para recibir
la
fuerza del Espíritu,
tú
que rezaste para que ellos sean valientes testigos de Jesús
en
medio del mundo.
Hoy
te pedimos que reces por nosotros
para
que también el Espíritu nos haga misioneros
y
testigos de Jesús.
Hoy
Jesús quiere contar con nosotros
para
enviarnos a anunciar la buena nueva
por
eso nos elige y nos llama libremente para cumplir nuestra misión
Acompáñanos
tú también cuando sintamos el llamado,
para
decir que sí
acompáñanos
en la tarea para que con ayuda del Espíritu
seamos
fieles a la misión.
Implora
sobre el mundo la paz y el amor de Dios
por
medio del Espíritu,
implora
sobre la Iglesia toda, los dones del Espíritu
para
hacer presente a Jesús,
implora
la presencia del Espíritu en nuestra parroquia para hacerla unida y misionera,
implora
el Espíritu sobre todos nosotros,
para
que convierta nuestro corazón al amor de Jesús.
Amén.
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