¡La
Iglesia es Cristo en el mundo!
Hoy es nuestro último día de novena y lo iniciamos con el rezo de la
secuencia. Sin duda que el gran regalo que nos hizo Jesús por medio del
Espíritu Santo es la Iglesia. Porque es nuestra madre, porque es la comunidad
que llevó el mensaje de Jesús para que sea conocido en todo el mundo, porque
acompaña con aciertos y errores la vida de los pueblos en todo el mundo, porque
es familia de la que todos formamos parte desde el bautismo.
Por eso es tan importante la Iglesia y esta novena que hicimos
celebrando al Espíritu Santo que es quien nos hace miembros de la misma y nos confirma
permanentemente en la identidad y misión que tenemos como cristianos. Y
justamente este fin de semana vamos a celebrar con la Iglesia en todo el mundo
la fiesta de Pentecostés, reviviendo el día en que el Espíritu bajó sobre los
apóstoles y los convirtió de hombres miedosos y cobardes en
verdaderos y valientes discípulos de Jesús.
Recordemos aquel día en la
palabra de Dios, en el libro de los Hechos de los Apóstoles:
“Al
llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De
pronto vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que
resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas
lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos.
Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes
lenguas según el Espíritu les permitía expresarse”.
Palabra de Dios.
Y así nació la Iglesia, con aquellos hombres llenos del Espíritu que después
salieron a entregar el espíritu por todos lados. Y le imponían las manos a la
gente para que lo reciban. Y así fue pasando a lo largo de los siglos y alguna
vez nos tocó a nosotros recibirlo el día de nuestro bautismo. Y así:
- En el bautismo
el Espíritu nos hizo hijos de Dios y miembros de la Iglesia.
- En la
confirmación confirmamos justamente esa gracia recibida en el bautismo.
- En la comunión
el Espíritu hizo posible que el pan y el vino se conviertan en Jesús.
- En la
reconciliación el Espíritu por medio del sacerdote nos perdona los pecados.
- En el orden
sagrado y el matrimonio, el Espíritu consagra a los que lo reciben para que
cumplan con fidelidad su consagración y su misión.
- En la unción de
los enfermos, el Espíritu se acerca al dolor del enfermo y a su debilidad para
fortalecerlo con la gracia y el amor de Jesús.
Es así, en los 7 sacramentos que recibimos en la
Iglesia, el Espíritu está presente y por eso la fiesta de Pentecostés es
nuestra fiesta, es la fiesta de la Iglesia, la fiesta de los que tenemos al
Espíritu Santo.
Por eso ahora rezamos respondiendo: DANOS TU ESPÍRITU SEÑOR
-
Para que siempre recordemos que somos hijos tuyos por el bautismo y la
confirmación…
-
Para que sintamos siempre la necesidad de recibir a Jesús en su Cuerpo y
Sangre…
-
Para que la familia esté siempre unida y viva en el amor de Jesús los valores
cristianos…
-
Para que la Iglesia a través de los obispos, sacerdotes y todos los
ministerios, llegue al corazón de los hombres y los pueblos por la fuerza de tu
Espíritu, con el mensaje de Jesús…
-
Para que seamos instrumentos de reconciliación y no de división entre nuestros
hermanos…
-
Para que los enfermos y todos los que sufren encuentren la paz y la salud
física y espiritual que sólo el Espíritu Santo puede dar…
Recemos al Padre de todos como nos enseñó Jesús…Padrenuestro...
Saludemos a María diciendo juntos… ¡Dios te Salve, María...!
Espíritu
Santo que hiciste de la Iglesia
signo
de salvación para todos los pueblos
para
que la obra de Jesús se prolongue
hasta
el fin de los siglos,
estimula
el corazón de todos nosotros
de
manera que nos sintamos enviados
a
llevar tu paz y tu bien a todos los hombres.
Ayúdanos
a lograr que entre todos
se
realice la unidad de tu único pueblo,
que
aprendamos a vivir de tu Palabra
y
no de nuestros mezquinos intereses,
que
valoremos siempre la gracia inagotable
que
nos das en los sacramentos,
y
que entendamos que un solo espíritu hace una única Iglesia,
una
única comunidad y aprendamos a vivir unidos.
Que
aprendamos de la entrega amorosa y sin reservas de Jesús,
que
María nos haga sentir siempre su presencia maternal,
que
sigamos el ejemplo de docilidad a ti
que
tuvieron nuestros santos y beatos
y
que nunca dejemos de invocarte y celebrar tu presencia.
Amén
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