5to.
Día:
¡Ven
a restaurar!
Iniciamos nuestra novena rezando la
Secuencia.
Padre amoroso del pobre, don en tus dones espléndido
luz que penetras las almas, fuente del mayor consuelo.
Ven dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego
gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos
mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro,
mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo
lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo
doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos
por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.
Amen. Aleluya.
Hay una vieja jaculatoria al Espíritu Santo que le
pide que venga a renovar la faz de la tierra. O sea, a cambiarle la cara al
mundo. Es cierto, a veces no nos gusta la cara del mundo.
Mucha muerte, odio, divisiones, desigualdades,
guerras, injusticias, falta de paz y amor….todo esto lo afea. Y como el
Espíritu Santo es Dios, le pedimos que venga a cambiar la cara al mundo.
Pero, claro, ese
cambio también tiene que darse en nuestro corazón. Porque nosotros somos
injustos, discriminamos, somos rencorosos, dividimos, peleamos o hacemos pelear
a otros.
Comencemos pidiendo perdón. Decimos PERDÓNANOS SEÑOR
- Nosotros rezamos
por la paz, pero a veces peleamos hasta con los que más queremos. Por eso…
- Nosotros pedimos
siempre más justicia pero a veces somos injustos o cómplices de injusticias
cuando callamos y miramos para otro lado. Por eso….
- Nosotros con
nuestra boca te alabamos y comemos a Jesús, y leemos la Palabra, pero también
con esa boca hablamos de los demás y a veces calumniamos al prójimo. Por eso…
- Nosotros nos
enojamos por el mundo que vivimos pero a veces hacemos poco para cambiarlo y
nos comprometemos poquito con la fuerza transformadora de tu Evangelio. Por
eso…
En la comunidad de Corinto, la gente al principio no había entendido
muy bien el mensaje. Aceptaron a Jesús y lo celebraban con alegría, pero se les
iba todo en celebrar. Y se la pasaban rezando y comiendo. No se comprometían
mucho con la realidad que les rodeaba.
Entonces, en la primera carta que escribió a esa comunidad, San Pablo
intentó corregir ese error.
Lo escuchamos:
“Hermanos, el reino de Dios no es comida ni bebida,
sino justicia, alegría y paz en el Espíritu Santo. Ténganlo en cuenta porque el
que en estas cosas sirve a Jesús es agradable a Dios Padre”.
Palabra de Dios.
¡Qué misión! Ser instrumentos de paz, de alegría y
de justicia con la ayuda del Espíritu Santo. O sea, que si queremos ser siempre
alegres, generosos, positivos con los demás. Si queremos ser hombres y mujeres
de paz, sin agresiones, sin dividir y si queremos ser justos y que se haga
justicia alrededor nuestro tendremos que pedirle ayuda al Espíritu Santo y dejarnos
ayudar por Él.
Pensemos:
- ¿Qué injusticias vemos hoy cerca nuestro? ¿Cuáles nos molestan más?
- ¿Cómo reaccionamos ante esas injusticias? ¿Simplemente nos quejamos o
intentamos algo?
- ¿Le rezamos al Espíritu Santo para que haya más justicia en el mundo?
- ¿Le rezamos para que nosotros seamos más alegres, más justos y
sembradores de paz?
Vamos a rezarle al Padre que venga su reino. Su paz, su alegría y su
justicia de manos del Espíritu Santo. Digamos como nos enseñó Jesús…
Ahora le pedimos lo mismo a María, nuestra Madre… ¡Dios te Salve…
Oración final:
Ven Espíritu a guiar a tu pueblo.
Fortalece el corazón de tus hijos,
sé la mano que venza en nuestras luchas,
el sendero que marque nuestros pasos.
Haz que triunfemos luchando contra el mal
y que reine la paz en nuestros pueblos.
Fortalece la fe de nuestra gente
y renueva la gracia en nuestras vidas.
Demos gloria por siempre a Dios Padre
y a Jesús, vencedor de la muerte
y al Espíritu, vida del alma,
alabanza y honor para siempre.
Amén.
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