Parte XXVII - Libro "Dons de Fé e milagre"
El mayor milagro que podemos recibir del Señor es el don del Espíritu que nos justifica y santifica. Pero también son gracias de Dios los dones que el Espíritu Santo nos concede para hacernos participar de su obra, para volvernos capaces de colaborar con la salvación de los otros y con el crecimiento de los hermanos en la fe. Los carismas son gracias especiales y significan favor, don gratuito, beneficio concedido por el Señor. El don de milagros se encuadra como un carisma extraordinario, dado por Dios con el fin de santificar y hacer el bien a todo aquel que cree. El está al servicio del amor que fortalece, sana y salva al hombre. Muchos quieren extraer de los milagros una prueba científica de lo sobrenatural, pero, en este sentido, lo sobrenatural no se puede probar. Lo que es sobrenatural sobrepasa nuestra comprensión y solo puede ser conocido, experimentado y vivido por la fe. Ejemplo de eso es que nadie puede deducir que ya ganó el cielo sólo porque tuvo una impresión o un sentimiento de que su salvación eterna no corre riesgos. También el hecho de que una persona haya hecho alguna buena obra no le da garantía de que está en gracia y de que jamás se desviará. El hombre solo puede tener certeza por la fe que, siendo fruto del amor de Dios actuando en nosotros, nos lleva a creer siempre más. El Espíritu Santo es quien firma en los corazones esa convicción. El es la propia acción poderosa de Dios en el mundo, que vuelve posible ser tocados por Jesús ahora. Dios, por medio de su Espíritu, continúa todavía hoy extendiendo su mano para que se realicen sanaciones, milagros y prodigios por el nombre de Jesús (cfr. Hech 4,30) Hizo eso en el pasado y continúa operando de manera maravillosa en nuestros días. Sabemos de eso porque, al mencionar importantes carismas, San Pablo cita entre ellos un don especial del Espíritu Santo, capaz de operar obras poderosas, don que consiste en el “poder de hacer milagros”. En la carta a los Hebreos está registrado que la salvación realizada por Jesús fue comprobada por el propio Dios por señales, prodigios, milagros y por los dones del Espíritu Santo (cfr. Hb 2,4). Pero, no sólo la Biblia habla de esas maravillosas obras realizadas por el Señor. En sus relatos históricos, el famoso escritor Flávio Josefo se refiere a ellas. Y aún el Talmud Babilónico, reconoce los milagros de Cristo a pesar de no aceptarlo. Según este libro, que no es cristiano, Jesús realizó sanaciones. Aunque ellos hacen de todo para atribuir esas obras de Jesús al demonio (cfr. Mt 12,24) el milagro es siempre una señal de alguien mucho mayor que actúa a través de Él. El apunta a la presencia de Dios. Pero para percibirlo es necesario fe, pues el milagro nada revela por sí mismo. Gran ejemplo de esto es cuando sucede una sanación milagrosa en un momento de oración; la persona sanada dice: “Fue Dios quien me sanó”, la de otra religión dice: “debe haber sido el diablo”, o hasta dice: “pueden ser las fuerzas naturales guardadas en la mente de la persona”, y el descreído, el hombre sin fe declara: “fue suerte!”
Márcio Mendes
libro "Dons de Fé e milagres"
Editora Canção Nova
Adaptación del original en português.
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