A ustedes los llamo amigos. (Juan 15, 15)
Cuando lees estas palabras del Señor, querido lector, ¿no te salta el corazón? Jesús, el Señor, el Hijo de Dios, te dice que tú eres su amigo. Sí, el Señor está en el cielo, pero te ha escogido a ti y te abraza con amor para que tú des un fruto perdurable para su Reino.
Dar un fruto perdurable no es imposible, porque Jesús, tu amigo, te ha dado acceso a su Padre y a todos los recursos del cielo. Siendo amigo, el Señor comparte libremente los pensamientos y planes de su Padre contigo. Y es precisamente por esto que tú puedes tener un efecto perdurable en el mundo. Jesús tiene el permiso de su Padre para darnos todo lo que pidamos en su nombre, y por eso siempre podemos tener todo lo que necesitemos para dar buen fruto.
Esto es completamente distinto de la condición de los esclavos, que tienen que satisfacer cualquier capricho de su amo. ¡Es una obra de colaboración basada en el amor!
La única condición que Jesús nos pone es que nos amemos mutuamente y que estemos dispuestos a dar la vida por el prójimo, como él lo hizo por nosotros. Es cierto que no muchos de nosotros terminaremos muriendo por otra persona, pero eso no es realmente un obstáculo, porque cada día tenemos oportunidades de practicar el amor abnegado que nos pide el Señor.
Por ejemplo, podemos “morir” cuando no insistimos en nuestras propias ideas en una discusión; o accedemos a mirar un programa de televisión que otro haya escogido, tal vez el marido o la esposa, o dedicamos tiempo a conocer a un nuevo vecino.
Los hijos pueden hacerlo dejando la computadora por un rato para poner la ropa o la vajilla a lavar cuando los padres están cansados. También podemos visitar a alguien que viva solo, cocinar para un vecino enfermo o para un matrimonio que tenga un recién nacido. ¡Hay abundancia de oportunidades para morir a nosotros mismos!
La mejor noticia es que Dios nos dará toda la fuerza, el dominio propio, la bondad o la paciencia que necesitemos para cumplir estos deberes.
“Gracias, amado Jesús, por considerarme tu amigo. Derrama tu gracia en mi corazón para que fluya de mí hacia los que tengo cerca. Confío en que tú me darás todos los recursos que necesito para dar un fruto que perdure.”
Hechos 15, 22-31
Salmo 57(56), 8-10. 12
Salmo 57(56), 8-10. 12
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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