Nos dirigiremos a los paganos.
(Hechos 13, 46)
En la primera lectura de hoy encontramos dos situaciones que fácilmente pueden ser mal interpretadas y dejarnos confundidos. Al principio, aparece San Pablo como decidido a no predicar más a los judíos, pero analizando mejor el texto vemos que esa decisión se refería a que no les iba a predicar más a los judíos de Antioquía, puesto que más adelante se aclara la situación: En la ciudad de Iconio, el apóstol comienza de nuevo a ejercer su ministerio predicando precisamente a los judíos en la sinagoga de ese lugar (Hechos 14, 1). En realidad, en todos sus viajes misioneros, Pablo siguió predicando tanto a los judíos como a los no judíos y en ambos casos, algunos aceptaron el mensaje, otros no.
Una posible interpretación equivocada se refiere a lo que significa el término “los judíos” en esta lectura. A primera vista parecería que todos los del pueblo judío fueron los enemigos de Cristo que lo rechazaron de un modo tan drástico y violento.
Pero si pensamos así no lograremos recibir la valiosa lección que Dios nos quiere dar. Por intermedio de Pablo, Dios envió a todo su pueblo escogido un claro mensaje de salvación, pero ellos no lo quisieron aceptar. Quizás no lo entendieron y quizás el mensaje significaba que tenían que cambiar de vida, cosa que no estaban dispuestos a hacer. Posiblemente pensaron que tendrían que comenzar a trabar amistad con personas tan diferentes, “los gentiles” (que ellos consideraban impuros), y eso era demasiado exigirles. Tal vez fue por las tres razones. Sea como haya sido, muchos de estos judíos decidieron rechazar el mensaje de Pablo.
Es probable que muchos de nosotros recordemos situaciones en las que hicimos algo parecido. Cuando el padre, la madre, un profesor, un compañero de trabajo, un amigo o hasta un extraño nos dijo algo que nos pareció molesto o injusto no quisimos escuchar más. Pero este pasaje nos enseña que Dios usa muchos medios para hablarnos de un modo que podamos dar el siguiente paso en nuestro caminar hacia el cielo.
Así pues, ten los ojos abiertos hoy. ¿Por medio de quien te hablará Dios? ¿Estás dispuesto a recibir su palabra con humildad y el corazón abierto?
“Espíritu Santo, Señor, ayúdame a tener los ojos abiertos y el corazón bien dispuesto. Quiero recibir tu palabra con amor, quienquiera sea el mensajero.”
Salmo 98(97), 1-4
Juan 14, 7-14
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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