Jesús dijo a los fariseos: "Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. El llama a cada una por su nombre y las hace salir. Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz". Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Entonces Jesús prosiguió: "Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia."RESONAR DE LA PALABRA
Alejandro Carbajo, cmf
Queridos amigos, paz y bien.
No se puede poner límites al Espíritu. «También a los gentiles les ha otorgado Dios la conversión que lleva a la vida.» Cuando Pedro se dirigía a casa de Cornelio, quizá no se imaginaba que estaba poniendo la primera piedra de uno de los más importantes momentos de la historia de la salvación: abrir la puerta a los gentiles.
Llegó el momento de terminar con los odios, las envidias, las desconfianzas entre judíos y gentiles. La Iglesia naciente debe ser testimonio del amor fraterno en el mundo, superando las disparidades.
No fue fácil, quizá, para Pedro, renunciar a sus educación judía. Es posible que, como Jonás, quisiera negarse a asumir su destino, ir al encuentro de los gentiles. Pero tenía encomendada la tarea de superar esta barrera.
Si Pedro no hubiera vencido sus prejuicios, ¿qué sería ahora de nosotros? Pero Dios ablandó el corazón de este pescador y él siguió la voz de Dios, sin saber muy bien, quizá, dónde iba a terminar. Y qué rápidamente ocurrió todo: el Espíritu Santo descendió sobre todos. Parece que Dios tenía prisa para comenzar la nueva era de unidad.
¿Dónde ya quedado la unidad? Ahora vemos diferentes confesiones (protestantes, católicos, ortodoxos, luteranos…) que se tienen miedo unos a otros. Se nos ha olvidado que son muchas más las cosas que nos unen que las que nos separan. Si pudiéramos concentrarnos en la herencia común recibida, sabríamos encontrar caminos para volver a la unidad. Están dándose pasos, el Papa Francisco y el Patriarca ruso Kiril se han reunido, Ojalá sepamos ir por este camino.
Por desgracia, dentro de la misma Iglesia vemos no pocas diferencias, entre “conservadores” y “renovadores”, entre “creyentes viejos” y “conversos”… Pensemos hoy qué podemos hacer nosotros para lograr la paz en nuestra parroquia, en nuestra diócesis, en nuestro grupo comunitario. Si hiciéramos del amor y de la unidad el fin fundamental de nuestras acciones, qué ejemplo seríamos para las demás iglesias.
Perdónanos, Señor, por no haber conservado la unidad y no esforzarnos en volver a ella. Danos sed de unidad con todos los cristianos. Haz de tus fieles un solo pueblo.
Comentario Publicado por Ciudad Redonda
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