DE LA TRISTEZA Y LA DEPRESIÓN
(El don de lágrimas - Parte IV)
Es por su nombre que llamo al Bondadoso Espíritu Santo! El es amigo fiel, es ayuda en cualquier circunstancia. Está siempre conmigo, especialmente en este momento. Reconozco mi necesidad de su auxilio, principalmente cuando las situaciones se vuelven difíciles y mis fuerzas comienzan a faltar.
Sé que puedo clamar: “Si Dios está con nosotros, quién podrá contra nosotros? Si Dios está conmigo, quién podrá contra mí?”
Sí! Creo!
Creo en su presencia!
Creo que está a mi lado!
Creo que el Señor esta a mi favor y que me cubre con su amor y protección.
Espíritu Santo, tu bondad no tiene límites! Por el fuego de tu amor, calienta y conforta mi corazón. Confío en tu cuidado y en tu protección para conmigo. Sé que no cae un pequeño pelo de mi cabeza sin que tú lo veas. Por eso pido, en el nombre de Jesús, ven sobre mi ahora y llena mi corazón con tu paz y alegría. Yo te invoco. Estoy necesitado y pido al Padre de los Cielos que me mires durante esta oración y vengas a tocarme, a curar y socorrerme.
Mi Padre querido, atiende mi súplica.
Sé que harás lo mejor por mi.
Sé que estás encima de todo mal y de toda desgracia. No hay nada que te sea imposible o difícil. De toda situación dolorosa y sufriente, puedes sacar un bien. Creo que puedes transformar en victoria toda y cualquier situación de derrota. Pon tu mano sobre todo lo que en mi vida necesita ser cambiado.
Ayúdame, Señor, a creer a pesar del sufrimiento. En el medio de esta lucha, redobla mi fe, renueva mis fuerzas. Hoy mismo preciso experimentar que mi vida no está sin control, pues tu amor de Padre está presente en todos los momentos de mi historia. Sé que eres quien dirige mi vida –quien nunca me abandonó.
Me entrego en tus brazos, confío en tu amor.
Confío y asumo el amor que tienes por mi. Es un amor aún mayor que el amor de mi propia madre, y sabiendo que me conoces mejor que nadie, pido: ¡ayúdame!
Tu Señor, puedes todo. Tu Señor me amas. Tu, Señor, me has de librar.
Por eso, Padre querido, pido ahora en nombre de Jesucristo y por la fuerza de Tu Espíritu Santo. Sé mi sanación, sana mi dolor, sé mi alivio, líbrame de toda tristeza, deshaz mi angustia, arráncame de la depresión, aparta toda soledad, lanza lejos de mi toda acción maligna, cierra las heridas que se abrieron en mi alma, fortalece mi corazón, dame coraje para perdonar y pedir perdón.
Que a través de éstas palabras viva yo un proceso de sanación y que, al final de la lectura, sea de tal manera transformado que todos los que me miren digan: El Señor hizo grandes cosas en él. Se volvió una persona nueva. Hizo de él una nueva criatura.
Por esa razón dejo caer a tus pies toda tristeza y depresión. Te entrego, Señor, mi dolor, mi sufrimiento, mis penas, mis sacrificios, todas mis lágrimas, te entrego también todos mis deseos de cambiar y de ser mejor.
Ilumina mi camino! Dame fuerzas en la debilidad! Derrama en mi la dulce ternura del Espíritu Santo. Envía sobre mí, Tú Espíritu, él me levantará y fortalecerá. Séllalo en mi corazón para que no me entristezca, ni se apague en mi corazón su fuego que santifica.
Señor Jesús, escucha la oración que hago al Padre, en tu nombre, y guárdame debajo de tu protección, intercede por mi, y haz valer mi oración. Tú, Señor, sabes que lo necesito.
Atiende mi oración. Concédeme esta gracia… (pide a Jesús, con confianza, todo lo que estés necesitando)
Ahora puedes proclamar: “Sí, el Señor hizo en mi grandes cosas, y por eso exulto de alegría! (cfr. Salm 125,3)
Amén!
Márcio Mendes
Libro: "O dom das lagrimas" - editora Canção Nova
adaptación del original en portugues
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