jueves, 8 de marzo de 2018

Meditación: Lucas 11, 14-23

Jesús expulsó a un demonio, que era mudo.
Lucas 11, 14



Los presentes se quedaron asombrados por la demostración de poder. ¿Cómo lo hacía? La gente sabía que los demonios eran enemigos poderosos y temibles de Dios. Entonces, ¿cómo podía Jesús —que era hombre como ellos— dominar siquiera a uno de ellos? En su torcido razonamiento llegaron a la conclusión de que él tenía que ser también agente del diablo.

Pero tal acusación era absurda. El diablo no se dedica a curar ni restaurar a las personas, pues eso sería contrario a su propia naturaleza; se dedica más bien a robar, matar y destruir (v. Juan 10, 10). No; la fuerza con que Cristo actuaba era el poder de Dios, como él mismo lo aclaró: “Si yo arrojo a los demonios con el dedo de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el Reino de Dios” (Lucas 11, 20).

¡El Reino de Dios! El Reino de Aquel que siempre es bueno, de Aquel que creó todas las cosas y todo lo sostiene en el amor; el Reino de Aquel que perdona, consuela y redime. ¡Este es tu Rey y su Reino ha llegado! Dios no se enfrasca en luchas de poder con el diablo. Él está muy por encima de todo, por lo que no hay oposición que sea una amenaza creíble para él ni para su Reino. Su poder es absoluto, sus intenciones son puras y sus deseos para sus hijos son perfectos. Entonces, no hay razón alguna para que ni el Señor ni ninguno de sus seguidores le tengan miedo a Satanás.

El Evangelio de hoy nos enseña que no es difícil librarse de las tentaciones del diablo; pero hay una condición: es preciso “recoger” con Jesús, vale decir, estar conectados con él en la oración y con los demás mediante el amor fraterno, el servicio y el respeto. Jesús prometió que, cuando dos o más están reunidos en su nombre, él está allí presente (Mateo 18, 19), de modo que, si quieres experimentar la gracia y la libertad de la vida en el Reino de Dios, busca a tus “conciudadanos” del cielo en tu parroquia. Conócelos y comparte con ellos. Oren unos por otros y ayúdense mutuamente. Luego, vean cómo huye el diablo. Y no sólo eso. Cada vez que demuestres amor y solidaridad estarás despojando al demonio de terrenos que él creía conquistados, pues las demás personas van a pagarte con la misma moneda, porque el amor engendra el amor, la solidaridad lo mismo, y así se ayuda a construir el Reino de Dios.
“Gracias, amado Jesús, por darme entrada a tu Reino. Tuyo soy, Señor, y confío en que me protejas y me guíes hoy y cada día.”
Jeremías 7, 23-28
Salmo 95(94), 1-2. 6-9

No hay comentarios:

Publicar un comentario