jueves, 1 de marzo de 2018

Meditación: Lucas 16, 19-31

Un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas.
Lucas 16, 20




En la parábola del rico y Lázaro, Jesús nos muestra cuánto le importan a Dios los pobres de este mundo. Es un relato conmovedor, pero ¿qué relación tiene con nuestra vida hoy? En su doctrina social, la Iglesia nos dice que la alianza de Dios con Israel dependía de la forma como su pueblo trataba a los pobres y marginados, es decir, que no debía haber separación entre sus prácticas religiosas y su relación con los menos privilegiados del pueblo.

Los Obispos de los Estados Unidos, en su carta pastoral “Justicia económica para todos” de 1996, nos dicen: “Como seguidores de Cristo, somos llamados a tomar ‘una opción fundamental por los pobres’ es decir, hablar por los que no tienen voz, defender a los que no tienen defensa, evaluar los modos de vida, las prácticas políticas y las instituciones sociales en términos de su impacto sobre los pobres” (16).

Es un hecho innegable que Dios quiere que trabajemos todos juntos para mejorar la situación de los más débiles de la sociedad, porque al fin de cuentas, la fuerza moral de cualquier comunidad será reconocida por la manera como haya tratado a sus miembros más vulnerables, no por lo que cada uno haya conseguido.




Esta opción preferencial por los pobres nos lleva a preocuparnos de las necesidades de quienes luchan para sobrevivir antes que de las nuestras; y no buscar una gran comodidad, mientras millones de personas siguen subsistiendo en la pobreza extrema. Entonces, ¿qué podemos hacer para aliviar el sufrimiento de quienes carecen de las necesidades básicas de alimento, techo, educación y salud? No se trata solamente de analizar una serie de demandas; sino confiar en que cada uno de nosotros puede ayudar a traer justicia al mundo. ¡Somos más poderosos de lo que pensamos!

Pero, ¿qué significa todo esto para tu vida personal? Quizás podrías pensar en cómo gastas el dinero y qué haces en tu tiempo libre. ¿Por qué no llevas a tu familia a servir a los pobres en un comedor popular? ¿Por qué no donas las mantas y ropa extra que se acumulan en tu closet? Si todos los que lean esta meditación hacen algo para ayudar a los pobres y necesitados, ¡este mundo sería mucho mejor de lo que es!
“Amado Jesús, Señor mío, congrega a los pobres y necesitados en tus brazos protectores. Ayúdame a tratarlos a ellos como tú me tratas a mí.”
Jeremías 17, 5-10
Salmo 1, 1-4. 6

Fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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