viernes, 9 de marzo de 2018

Meditación: Marcos 12, 28-34

Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón,
con toda tu alma,
con toda tu mente y con todas tus fuerzas.
Marcos 12, 30


Oh Padre, ¿cómo puedo amarte como tú lo mereces? Eres tan sublime y maravilloso que creaste el universo de la nada y con tu poder gobiernas el sol, la luna, todas las galaxias y las estrellas del firmamento, y, sin embargo, te preocupas de mi vida, mis problemas y mis circunstancias. Padre, ¡ilumina mi alma para darme cuenta de que tu amor está en mí! Señor, permíteme vivir en tu corazón cada día.

Mi alma te anhela, ¡oh Dios mío! Estás tan por encima de mí y eres tan lleno de sabiduría y poder y, sin embargo, me has creado a tu imagen y semejanza. Hay tanto que no entiendo de ti, pero ayúdame a confiar en que me das sólo lo que es mejor para mi vida y mi salvación. Tú me conoces mejor que yo mismo. Permíteme sentirme a gusto en tu presencia, porque es allí donde puedo aprender a amarte con toda mi alma y obedecerte.

Padre amado, me has dado una mente que puede remontarse a las alturas y sumergirse hasta lo profundo. Ilumina mi razón, Señor, y permíteme descubrir más de ti, hacerte preguntas, reflexionar en tu realidad y aprender de tu Palabra. Permite que siempre yo celebre este don de la inteligencia teniendo pensamientos buenos y puros, que sean un reflejo de tu grandeza y simplicidad. Enséñame a amarte con toda mi mente y mi corazón.

Sea cual sea la época en la que yo me encuentre en la vida, déjame entregarme a tu servicio ayudado con las fuerzas del Espíritu Santo que me has dado. Con la cruz y la resurrección de tu Hijo me has mostrado la infinita dimensión de tu amor y tu misericordia. Recuérdame que todos mis logros se deben a tu gracia y tu poder y que, aunque me abandonen las fuerzas físicas, he de confiar en que tu gran misericordia me sostendrá siempre y en cualquier circunstancia. Pero sobre todas las cosas, Señor mío, concédeme tu gracia para no dejar nunca de amarte ni bendecirte, porque tú eres mi fuente de consuelo y mi esperanza de vida eterna.
“Jesús amado, Señor y Salvador del mundo, ya que me has mostrado el amor del Padre, enséñame a adentrarme en su corazón y amarlo con todo mi ser. Señor, pongo mi alma a tu cuidado; permíteme tener la mente llena de tu verdad y enséñame a dedicar todas mis fuerzas a darte gloria y alabanza.”
Oseas 14, 2-10
Salmo 81(80), 6-11. 14. 17

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