PARA VENCER EL MAL QUE
ASOLA NUESTRA MENTE
“Un corazón alegre es el mejor remedio, pero el espíritu abatido reseca los huesos. (Prov 17,22)
Un campo particularmente atacado por el mal es la mente de las personas. Ese asedio mental es llamado “obsesión”.
Ella se manifiesta en el interior del ser humano. Existen muchas personas que sufren atormentadas con ideas de suicidio, con pensamientos como que jamás sus pecados serán perdonados por Dios; sufren también con pensamientos y sentimientos de autodestrucción, odio de si mismas, negatividad, insultos a Dios, obscenidades monstruosas, etc. Existen casos que no surgen de una simple causa natural o de un desajuste psicológico, sino de una acción maligna que lleva a la persona a quedar obcecada y la esclaviza de modo que no le sobran las fuerzas para luchar.
Podemos decir que la obsesión es un ataque insistente del maligno sobre lo íntimo de la persona, aprisionándola en un sentimiento o una idea insana e incitándola a hacer cosas irracionales. Ese ataque es una verdadera persecución mental, impertinente y dolorosa que molesta a la persona con llamamientos insistentes, llevándola a creer que sólo tendrá alivio si cede al mal.
Cierta vez, en Petrópolis, durante un momento de oración en lenguas una persona comenzó a comportarse de manera extraña. Oramos por ella y la invitamos a hacer una oración de renuncia. Ella no conseguía decir: “En nombre de Jesucristo, renuncio a todo espíritu de blasfemia”. Toda vez que intentaba repetir, sentía como si una mano invisible apretase su garganta y lo sofocase. Entonces, nos contó que, cada vez que oraba, sobre todo cuando iba a misa y comulgaba, palabras e imágenes de terribles obscenidades pasaban por su mente y se daba inicio a una lucha inmensa para no escupir la hostia consagrada. No eran simples pensamientos malos, sino una verdadera tortura que le impedía rezar y tener paz.
Pedimos a Jesús que derramase su preciosa Sangre sobre sus pensamientos, su garganta y todo su ser, liberándola. El Señor actuó prontamente, librándola de aquel espíritu de blasfemia y llenándola de paz y fervor. Semanas después daba testimonio de como habían cesado aquellos tormentos.
Ya presencié muchos casos de personas atormentadas gravemente con ideas de suicidio que fueron liberadas. Lo que más impresiona es que en la mayoría de los casos las personas quedaron completamente restablecidas luego de la oración. En los casos en que esa liberación sucede, existen tres cosas que, con la gracia de Dios, se puede hacer para vencer los ataques:
1. Apartar el pensamiento o el sentimiento malo inmediatamente, desviando la atención hacia otra cosa;
2. Recurrir a Dios, que tiene el poder de liberar;
3. Si el asedio es muy fuerte, es necesario esforzarse para mantener la calma; después con toda humildad, hacer lo contrario a lo que el mal nos propone, arrancando todas las chances para que el diablo siembre cizaña en nuestra alma. Por ejemplo, si fuese una obsesión de blasfemia, alabar a Dios; si fuese de rencor, perdonar y bendecir; si fuera de ira, tener gestos de mansedumbre, etc.
COMO ORAR POR LIBERACIÓN
Desde los primeros siglos, los cristianos expulsaron la influencia maligna con el poder que recibieron del Señor. También en los días de hoy continuamos orando constantemente y con confianza “en Nombre de Jesús” para que nos libre del maligno. Esa intercesión, en el nombre de Cristo y en el poder del Espíritu Santo, obliga a las fuerzas espirituales del mal que no impidan la obra de Dios, para que liberen a la persona oprimida entregándola al Señor y para que se retiren de su vida. Los casos muy graves que requieren exorcismo litúrgico son competencia del obispo o del sacerdote por el designado y son cuidados en una atmósfera de mucha oración y ayuno. Pero, sacando el exorcismo oficial, atribuido a los obispos, todos los cristianos tienen con frecuencia necesidad y oportunidad de combatir en el Espíritu Santo. Esa batalla espiritual que se da en la oración particular y en nombre de Jesús está al alcance y es competencia de cualquier cristiano.
La oración de liberación es hecha únicamente en Nombre y con el poder de Cristo Jesús, a quien todas las cosas, inclusive el maligno y los espíritus caídos, están obligados a obedecer. En Nombre de Jesús, recurrimos al Padre y rechazamos las investidas del enemigo. Con la fuerza del Espíritu Santo, dedo de Dios (cfr Lc 11,20), somos liberados de toda opresión física y mental. En los Hechos de los apóstoles, Pablo demuestra eso de manera simple y fuerte: “Yo te ordeno, ¡en Nombre de Jesucristo, sal de esta joven!”. En la Palabra de Dios percibimos que la oración de liberación debe estar marcada por dos momentos: a) suplicar al Padre, en nombre de Jesús, que libere a la persona de todo lo que la oprime; b) mandar con la autoridad de Cristo y la fuerza del Espíritu Santo que el mal se retire -pues esta es una de las señales que acompañan a los que creen” cfr. Mc 16,17
Algunos hacen bien esta oración pero se olvidan que Jesús dio una enseñanza según la cual dos cosas son indispensables para una liberación completa y permanente: Cuando el espíritu impuro
sale de un hombre, vaga por lugares desiertos en busca de reposo, y al no
encontrarlo, piensa: «Volveré a mi casa, de donde salí». Cuando llega, la
encuentra vacía, barrida y ordenada. Entonces va a buscar a otros siete
espíritus peores que él; vienen y se instalan allí. Y al final, ese hombre se
encuentra peor que al principio. Así sucederá con esta generación malvada». Mt 12, 43-45.
En segundo lugar es necesario dejar que Dios llene nuestros vacíos con el Espíritu Santo. Un santo padre del oriente rezaba así al Espíritu de Dios: “Quédate conmigo, Soberano, no me dejes solo así cuando vengan los enemigos, que siempre intentan devorar mi alma, al encontrarte viviendo en mi, huyan y no puedan nada contra mi al verte, tú el mas fuerte de todos, sentado dentro de la casa de mi pobre alma” (San Simeón, el Nuevo Teólogo)
No basta expulsar el mal; es necesario llenar nuestros vacíos con la presencia de Dios. Eso sucede en la medida en que evangelizamos de verdad -Pedro todavía estaba hablando cuando el Espíritu Santo descendió sobre todos los que estaban escuchando la Palabra. (Hech 10, 44). La evangelización lleva a Jesús hasta las personas. Y cuando Jesús entra, derrama su Espíritu Santo, que es lo más fuerte y libera del maligno, que tiene que huir inmediatamente. Solamente la evangelización integral garantiza una liberación verdadera. La liberación espiritual es consecuencia de la evangelización. Si una persona reconoce necesitar de una oración de liberación, lo primero que necesita hacer es volverse a Jesús, aceptarlo en su vida y convertir a Él su propio corazón. No tendría sentido rezar por esa persona si no acepta la vida nueva que el Señor vino a darnos.
La oración es un escudo poderoso de defensa porque nos une a Dios, que se pone entre nosotros y el peligro. Muchas fueron las veces en que constaté esa protección al orar por los otros, de manera que es de suma importancia pedir al Señor que primero nos proteja para después entrar en esa batalla espiritual. Antes de orar por la liberación de alguien, siempre hago una oración como esta:
Señor Jesús, por la señal de la Santa Cruz, envuélvenos a todos nosotros, a nuestros familiares y bienes, en tu amor, en tu poder y en Tu Sangre para que el enemigo no nos pueda perjudicar. ¡Que caiga sobre nosotros la preciosa sangre de Cristo y lave nuestros pecados, nos proteja de cualquier ataque espiritual, emocional y físico, y nos guarde de toda influencia del maligno! Por la señal de la Santa Cruz, líbranos, Dios, nuestro Señor, de nuestros enemigos. En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!
La oración que sigue es la de San Patricio; puede ser hecha todas las mañanas o antes de cualquier situación en que necesitemos especial protección del Señor:
Me levanto hoy
Por medio de poderosa fuerza,
la invocación de la Trinidad,
Por medio de creer en sus Tres Personas,
Por medio de confesar la Unidad,
Del Creador de la Creación.
Me levanto hoy
Por medio de la fuerza del nacimiento de Cristo y su bautismo,
Por medio de la fuerza de Su crucifixión y su sepulcro,
Por medio de la fuerza de Su resurrección y asunción,
Por medio de la fuerza de Su descenso para juzgar el mal.
Me levanto hoy
Por medio de la fuerza del amor de Querubines,
En obediencia de Ángeles, En servicio de Arcángeles,
En la esperanza que la resurrección encuentra recompensa,
En oraciones de Patriarcas,En palabras de Profetas,
En prédicas de Apóstoles, En inocencia de Santas Vírgenes,
En obras de hombres de bien.
Me levanto hoy
Por medio del poder del cielo:
Luz del sol,
Esplendor del fuego,
Rapidez del rayo,
Ligereza del viento,
Profundidad de los mares,
Estabilidad de la tierra,
Firmeza de la roca.
Me levanto hoy
Por medio de la fuerza de Dios que me conduce:
Poder de Dios que me sostiene,
Sabiduría de Dios que me guía,
Mirada de Dios que me vigila,
Oído de Dios que me escucha,
Palabra de Dios que habla por mí,
Mano de Dios que me guarda,
Sendero de Dios tendido frente a mí,
Escudo de Dios que me protege,
Legiones de Dios para salvarme
De trampas del demonio,
De tentaciones de vicios,
De cualquiera que me desee mal,
Lejanos y cercanos,
Solos o en multitud.
Yo invoco éste día todos estos poderes entre mí y el malvado,
Contra despiadados poderes que se opongan a mi cuerpo y alma,
Contra conjuros de falsos profetas,
Contra las negras leyes de los paganos,
Contra las falsas leyes de los herejes,
Contra obras y fetiches de idolatría,
Contra encantamientos de brujas, forjas y hechiceros,
Contra cualquier conocimiento corruptor de cuerpo y alma.
Cristo escúdame hoy
Contra filtros y venenos, Contra quemaduras,
Contra sofocación, Contra heridas,
De tal forma que pueda recibir recompensa en abundancia.
Cristo conmigo,
Cristo frente a mí,
Cristo tras de mí,
Cristo en mí, Cristo a mi diestra,
Cristo a mi siniestra,
Cristo al descansar,
Cristo al levantar,
Cristo en el corazón de cada hombre que piense en mí,
Cristo en la boca de todos los que hablen de mí,
Cristo en cada ojo que me mira,
Cristo en cada oído que me escucha.
Me levanto hoy
Por medio de poderosa fuerza, la invocación de la Trinidad,
Por medio de creer en sus Tres Personas,
Por medio de confesar la Unidad,
Del Creador de la Creación.
Marcio Mendes,
“Pasos para la sanación y liberación completa” – Editorial Canción Nueva
Adaptación del original en portugués
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