Todo hombre que escucha el relato de la travesía del Mar Rojo comprende cual es ese misterio del agua, en la cual descendemos con todo el ejército de los enemigos y de la cual emergemos solos, dejando el ejército de los enemigos ahogado en el abismo. ¿Quién no ve que este ejercito de egipcios…, son las diversas pasiones del alma por las cuales el hombre está esclavizado: sentimientos de cólera, diversos impulsos de placer, de tristeza o de avaricia?...Todas esas cosas y todos sus orígenes, junto con el jefe que guía el ataque de odio, se precipitan en el agua al perseguir al israelita.
Pero el agua, por la fuerza del bastón de la fe y el poder de la nube luminosa (Ex.14:16.19), se vuelve fuente de vida para aquellos que buscan en ella un refugio- y fuente de muerte para aquellos que los persiguen…Esto significa, si buscamos el sentido escondido, que todos aquellos que pasan por el agua sacramental del bautismo deben hacer morir en el agua todas las malas inclinaciones que les hacen la guerra-la avaricia, los deseos impuros, el espíritu de rapiña, los sentimientos de vanidad y de orgullo, los impulsos de cólera, de resentimiento, la envidia, los celos…
Es como el misterio de la Pascua judía: se le llamaba «pascua» al cordero cuya sangre preservaba de la muerte a aquellos que la usaban (Ex.12:21.23). En ese misterio, la Ley ordena comer con la pascua el pan ázimo, sin levadura vieja, es decir sin que ningún rastro de pecado este mezclado a la vida nueva (1 Cor.5:7-8)…De igual manera, debemos tragar a todo el ejército egipcio, es decir sumergir toda forma de pecado en el baño de la salvación como en el abismo del mar y emerger solo, sin nada que sea extranjero a nosotros.
San Gregorio de Nisa (c. 335-395), monje, obispo
La vida de Moisés (Trad. ©Evangelizo.org)
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