El alma que no ha sido hidratada con el rocío de la Palabra y la Gracia, se seca y se vuelve estéril.
Como todos sabemos, cuando no llueve, la tierra se seca y se vuelve infértil.
Entendamos, pues, que también el alma que no ha sido hidratada con el rocío de la Palabra y la Gracia, se seca y se vuelve estéril también.
Nuestro cuerpo se agota con el hambre y la sed. Y, si no lo alimentamos, podría morir. ¿Qué quiero decir con esto? Que, así como cada día comemos y bebemos para mantener nuestro cuerpo, debemos buscar también, incesantemente, el alimento para nuestra alma, el agua y el consuelo de la Palabra del Señor, para que no muera de hambre y sed.
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