Todos anhelamos experimentar el toque sanador de Dios. El momento en que nuestros primeros padres desobedecieron al Creador y cayeron de la gracia quedó estampado en la memoria de cada generación, y por eso todos clamamos: “¿Quién nos salvará?”
Cuando los escribas y los fariseos observaban a Jesús sanar y liberar a las multitudes, se llenaban de cólera. Posiblemente pensaban que este obrador de milagros hacía peligrar su prestigio. Por eso, movidos por la envidia, trataron de desacreditar a Jesús, acusándolo de que expulsaba a los demonios por el poder de Satanás. Jesús les respondió con una parábola: “¿Cómo puede Satanás echar a Satanás? Si un Reino está dividido contra sí mismo, tal Reino no puede seguir en pie” (Marcos 3, 22-25). El diablo es el enemigo declarado de Dios y lo único que quiere destruir lo que Dios construye y de hecho lograr la perdición de los humanos. Por eso, Cristo estaba “deshaciendo” las obras del maligno.
En el Génesis leemos que Dios promete que la serpiente sería derrotada por la descendencia de la mujer (Génesis 3, 15). Este primer anuncio de salvación, el “Protoevangelio”, prometía que aunque la lucha entre el bien y el mal sería encarnizada, el Maligno sería últimamente derrotado por Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, el cumplimiento de esta promesa. Por su cruz, Cristo despojó al Maligno del derecho que tenía de acosarnos y privarnos de nuestra dignidad de hijo de Dios.
¿Cómo podemos nosotros experimentar el fruto de esta victoria? Por la fe. En momentos de tentación y duda, podemos orar con el salmista: “Con toda mi alma espero al Señor, y confío en su palabra” (Salmo 130(129), 5). Humildemente podemos confesar nuestras debilidades y pedirle al Espíritu del Señor que nos haga fuertes y a medida que aprendamos a esperar en el Señor, iremos experimentando también la sanación y la libertad.
“Señor Jesús, enséñanos a confiar más decididamente en tu victoria sobre el mal y danos fuerzas para vivir para ti, esperando ver la victoria que nos has prometido.”
Génesis 3, 9-15
Salmo 130(129), 1-8
2 Corintios 4, 13—5, 1
Fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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