Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:«Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los afligidos, porque serán consolados.Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.
Mateo 5, 1-12
En el Evangelio leemos el Sermón de la Montaña, que probablemente es una compilación que hizo Mateo de las muchas enseñanzas que pronunció el Señor durante el curso de su ministerio mesiánico.
Entrelazándolas en un solo sermón, Mateo lleva a sus lectores a recordar a Moisés, que bajó de un monte con las tablas de la Ley de Dios. Para Mateo, las enseñanzas de Jesús, resumidas en las Bienaventuranzas, constituyen la “Ley” de la Nueva Alianza, y la Persona de Jesucristo es el “cumplimiento” de todo lo que Moisés representó y enseñó.
Meditando en estos puntos, y los que plantean otros pasajes del Evangelio, hay varias cosas que saltan a la vista. Por ejemplo, los cuatro evangelistas no se limitaron a dejar sólo un registro histórico de lo acontecido. Eran teólogos proféticos, no reporteros de periódico, que habían sido comisionados por Dios para pintar un “cuadro completo” de Cristo, que permaneciera como ícono elocuente hasta el final de los tiempos. Y de esta manera, el Espíritu Santo actuó a través de estos cuatro hombres, infundiéndoles la habilidad de dejar una valiosa herencia para la Iglesia, algo que una simple biografía nunca podría lograr.
A su propio modo, los cuatro evangelistas llevaron el mensaje del Evangelio hasta los confines de la tierra. No eran predicadores ambulantes, como Pablo o Bernabé, pero dejando por escrito todo lo que el Espíritu Santo les iba mostrando, “brindaron” la historia y la persona de Jesucristo a millones y millones de personas que se fueron convirtiendo, y de esa manera hicieron posible que el Espíritu de Dios actuara en generación tras generación con la historia de quién es Jesús y todo lo que él hizo por el género humano.
Pero el Señor quiere comisionar a todos sus fieles. Posiblemente tú no llegues nunca a ser misionero y viajar por el mundo, pero puedes llevar el Evangelio al mundo de tu familia, tu trabajo y tu comunidad y hacerte embajador de Cristo. Simplemente dejando que las palabras del Evangelio penetren en lo profundo de tu corazón, tú estarás allanando el camino para que el Espíritu Santo ilumine a cuantos haya cerca de ti y los encamine por la senda de la salvación. Porque en realidad, mientras más viva sea la presencia del Señor en ti, más será lo que logre cumplir por intermedio tuyo.
“Amado Señor, quiero conocerte cada vez más. Abre los ojos de mi corazón, te lo ruego, para escuchar tu voz y recibir tu sabiduría.”
Hechos 11, 21-26; 13, 1-3
Salmo 98(97), 1-6
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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