«El amor de Dios por la humanidad hambrienta de pan, de libertad, de justicia, de paz y, sobre todo, de su gracia divina, nunca falla. Jesús sigue dando de comer también hoy, sigue haciéndose presencia viva y consoladora, y lo hace a través de nosotros. Por lo tanto, el Evangelio nos invita a estar disponibles y a ser laboriosos. Ante el grito de hambre -todo tipo de “hambre” – de tantos hermanos y hermanas en todas partes del mundo, no podemos permanecer distantes y tranquilos espectadores. Esta acción de proximidad y caridad es la mejor verificación de la calidad de nuestra fe, tanto a nivel personal como a nivel comunitario. Recemos a la Virgen María, para que en el mundo prevalezcan los programas dedicados al desarrollo, a la alimentación, a la solidaridad y no a los del odio, los armamentos y la guerra»
Francisco
Ángelus 29.07.2018
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