«Ayúdense mutuamente a llevar sus cargas, y cumplirán así la ley de Cristo». El pecado es una carga, como lo atestigua el salmista cuando dice: «Mis pecados pesan sobre mí como una carga pesada». El Salvador se encargó de esa carga por nosotros, enseñándonos de este modo por su ejemplo lo que debemos hacer nosotros mismos. Pues el mismo carga el peso de nuestros pecados, Él sufre por nosotros (Is 53:4), e invita a los que están agobiados bajo el fuerte peso de la ley y de sus pecados a cargar el peso ligero de la virtud cuando dice: «Mi yugo es suave y mi carga ligera» (Mt 11:30).
Aquél que no se desespera por la salvación de su hermano, tiende la mano a aquél que implora su apoyo, llora con el que llora, es débil con los débiles, y mira los pecados del otro como los suyos propios, ése cumple por la caridad la ley de Cristo. ¿Cuál es esa ley de Cristo? «El mandamiento que les doy es que se amen los unos a los otros» (Jn 13:34) ¿Cómo el Hijo de Dios nos amó? «Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos» (Jn 15:13).
Aquél que no es clemente, que no se revistió de las entrañas de la misericordia y de las lágrimas, por muy elevado que sea en espiritualidad, no cumple la ley de Cristo.
Aquél que viene a socorrer al pobre agobiado bajo el peso de la indigencia y se hace amigo del dinero injusto (Lc 16:9), ése carga con las necesidades de su hermano. Es a él que Jesús dirá después de la resurrección general: «Vengan, benditos de mi Padre, reciban la herencia del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber» (Mt 25:34-35)
San Jerónimo (347-420), sacerdote, traductor de la Biblia, doctor de la Iglesia
Comentario de la Epístola a los Gálatas (Obras completas de San Jerónimo, tomo 10)
(Trad. ©Evangelizo.org)
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