Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador.Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino.El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría,pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno".
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos hermanos:
Jesús hablaba en parábolas, para que todo el mundo entendiera, utilizaba cuentos, símbolos sencillos para transmitir su mensaje de reino. Utilizaba términos coloquiales de la familia, del trabajo, del campo, de las cosechas, para hacer más asequible su Palabra. Pues aún así, no comprendemos, nuestro corazón se paraliza, nuestros ojos no ven, nuestros oídos quedan inertes al ruido. Pero ahí esta el maestro, con palabras de aliento, con voz suave, que intenta de nuevo ponernos en marcha. Jesús sabe de nuestra pequeñez y nuestra debilidad, y sale a nuestro encuentro, porque como buen pedagogo lo intenta de nuevo.
Cuantas veces al escuchar, al leer esta parábola hemos intentado identificarnos con un tipo concreto de semilla, y es curioso, según nuestro estado de ánimo, según nuestro proceso personal va cambiando. Y nos encontramos con nuestra realidad, muchas veces no muy brillante y descubrimos que ese Reino que se nos promete, está ahí, al alcance de la mano, pero se nos escapa, hay demasiadas cosas que nos lo impiden, a veces no entendemos que nos sucede, a veces queremos encontrar en la escritura nuestras respuestas, algo que justifique nuestras conductas, algo que ratifique nuestro estilo de vida, pero eso no dura, eso se marchita, no hay consistencia; es semilla que ha caído al borde del camino.
Cuantas veces nos sentimos eufóricos, creemos que podemos comernos el mundo, pero eso si, por nuestras propias fuerzas, queremos ser autosuficientes. Pero Dios es el que obra en nosotros, y cerrados a su poder es perder las raíces, que son la base de una fe consistente. Autosuficiencia y constancia son incompatibles, somos criaturas que se crecen y se mantienen del sustento de su creador.
Del mismo modo, la semilla que llevamos en nuestro corazón no germinará cuando vamos en búsqueda de cosas que no nos alcanzan la plenitud, la felicidad completa. Buscamos fama, dinero, posición, y olvidamos que el reino es sinónimo de pequeñez, de ocultamiento. Sólo así encontraremos frutos, lo que sean, pero habrá fruto; las capacidades o importan, los resultados dan lo mismo. Es ser y darse.
Lo sembrado en tierra fértil que germina requiere dejarse preparar, que el arado entre profundo, que espere paciente la lluvia que le empapará, que no desespere en la oscuridad y que se duela en el esfuerzo. Será primavera y dará fruto abundante porque el sembrador es el que se desvive por su cosecha.
CR
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