domingo, 3 de mayo de 2020

MEDITACIÓN PARA HOY: JUAN 10, 1-10

Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. (Juan 10, 10)

Jesús usaba la figura del pastor y las ovejas en sus enseñanzas, pues Israel era tierra de pastoreo y todos entendían claramente el significado. Sabían que un verdadero pastor tenía que estar siempre atento y dispuesto a arriesgar la vida para proteger a su rebaño de los peligros naturales y de los ladrones. Los ayudantes contratados huían cuando surgía el peligro, sin preocuparse de las ovejas.

Cuando Jesús hablaba con los fariseos, lo que les decía de las ovejas y el pastor seguramente les hacía pensar en la Palabra de Dios a Israel respecto a los buenos y malos pastores. Por medio del profeta, Dios dijo a su pueblo: “Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y velaré por ellas… Buscaré a la oveja perdida y haré volver a la descarriada… Yo las apacentaré en la justicia” (Ezequiel 34, 11. 16), y sin duda reconocían que, en Jesús, Dios cumplía perfectamente su palabra profética. Cristo mismo sale a buscarnos, pues él es el Buen Pastor que da consuelo, paz, sabiduría y vida a sus ovejas.

El redil tenía una sola puerta, por la cual entraban las ovejas y el pastor. Se conocía quién era ladrón porque trataba de entrar por otra parte. Cuando el pastor y su rebaño pasaban la noche en las colinas de Judea, él se acostaba cubriendo la entrada al redil; su cuerpo servía de puerta. Jesús es la puerta por la cual los justos entran y encuentran la vida. Solo él puede darnos vida y vida en abundancia (Juan 10, 10).

Durante este tiempo de Pascua, pensemos en lo maravilloso que es lo que Dios quiere para nosotros. El Hijo de Dios tomó carne humana y soportó terribles sufrimientos para salvarnos, porque nosotros, por mucho que nos hubiéramos esforzado, jamás habríamos podido merecer la vida eterna. Esta vida abundante es gozosa, plena, indestructible y cierta incluso frente a las incertidumbres del mundo; la tumba no podrá contenerla. Es nuestra desde ahora y lo será eternamente mientras nos entreguemos en manos de nuestro Buen Pastor.
“Dios y Padre nuestro, te doy gracias por haber enviado a tu Hijo único a salvarnos.”
Hechos 2, 14. 36-41
Salmo 23 (22), 1-6
1 Pedro 2, 20-25

fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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