Yo, que soy la luz, he venido al mundo para que los que creen en mí no se queden en la oscuridad. (Juan 12, 46)
En el Evangelio de hoy, el evangelista presenta un compendio de las enseñanzas de Jesucristo antes de relatar su pasión, muerte y resurrección. Este resumen incluye la unión del Padre y el Hijo y el hecho de que Jesús, la Luz del mundo, vino a salvar a la humanidad, no a juzgarla (Juan 12, 47). También incluye el mensaje de que la palabra de Jesús nos juzgará el último día (Juan 12, 48), y que esa palabra se identifica con la palabra del Padre y con la vida eterna que emana del mandamiento del Padre (Juan 12, 49-50).
San Juan reiteró invariablemente todos estos temas durante los doce primeros capítulos de su Evangelio, porque estaba deseoso de decirnos quién es Jesús, de modo que conociendo a Cristo podamos también conocer al Padre. Y conociendo al Padre, podemos conocer la luz y la vida. Por eso Jesús pronunció este mensaje a viva voz (Juan 12, 44).
Estas palabras nos invitan a examinarnos, para ver si hemos crecido en nuestro entendimiento y aceptación de la vida y las enseñanzas del Señor. ¿Vemos que en realidad él es la luz del mundo que vino a salvarnos? ¿Reconocemos que al final de la vida seremos juzgados por sus palabras? ¿Admitimos que su palabra es la misma del Padre y que los mandamientos del Padre son la fuente de la vida eterna?
Si aceptamos estas verdades de corazón y las vivimos, la vida que Dios desea dar a todos sus hijos puede hacerse realidad en nosotros. Si de veras queremos experimentar constantemente esta vida de amor, paz e iluminación, debemos pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a entender y aceptar a Jesús. Por el amor que brota de su Sagrado Corazón, Jesús nos invita a venir a su lado. Si recibimos el agua viva que él nos ofrece, Jesús realizará su obra en nosotros, tal como lo hizo con la samaritana (Juan 4, 1-42).
Querido lector, permítenos exhortarte que hagas una oración especial en este día y, que luego de alabar al Señor y darle gracias por todas las bendiciones recibidas, le pidas que se digne iluminar tu camino y ser la luz que guíe tus pasos día a día, para que su Palabra sea la fuente de vida que te lleve a conocer, aceptar y hacer la voluntad de Dios.
“Padre santo, ten piedad de nosotros, los pecadores, que deseamos caminar como hijos de la luz.”
Hechos 12, 24—13, 5
Salmo 67 (66), 2-3. 5-6. 8
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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