Los santos ángeles de la guarda: la unidad del universo visible e invisible
De la Encarnación a la Ascensión, la vida del Verbo Encarnado está rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles… Su cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: “Gloria a Dios…” (Lc 2,14). Protegen la infancia de Jesús, le sirven en el desierto, le reconfortan en la agonía, cuando habría podido ser salvado por ellos… Son también los ángeles quienes “evangelizan” anunciando la Buena Nueva de la Encarnación, y de la Resurrección de Cristo. Con ocasión de la segunda venida de Cristo, anunciada por los ángeles, éstos estarán presentes al servicio de juicio del Señor.
De aquí que toda la vida de la Iglesia se beneficie de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles. En su liturgia, la Iglesia se une a los ángeles para adorar al Dios tres veces santo (Is 6,6); invoca su asistencia (tanto en el Canon romano como en la liturgia de los difuntos o también en el “Himno querubínico” de la liturgia bizantina) y celebra más particularmente la memoria de ciertos ángeles (san Miguel, san Gabriel, san Rafael, los ángeles custodios).
Desde la infancia a la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión. “Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida” (S. Basilio). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios.
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“Himno de los Querubines” (ofertorio de la Divina Liturgia de san Juan Crisóstomo):
Nosotros que, en este misterio, te alabamos con todos los santos y con todas las criaturas de los cielos y cantamos el himno tres veces santo a la vivificante Trinidad, deponemos ahora todas las preocupaciones del mundo para recibir al Rey de todas las cosas, invisiblemente escoltado por el ejército de los ángeles, aleluya.
Catecismo de la Iglesia Católica
§ 333-336
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