“Lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo” (Lc 10,34)
“¿Y quién es mi prójimo?” (Lc 10,29). Para responder, el Verbo, la Palabra de Dios, expone como una narración toda la historia de la misericordia. Cuenta acerca del descenso del hombre, la emboscada de los briganes, el despojo de las vestiduras imperecederas, las heridas del pecado, el avance de la muerte sobre la mitad de la naturaleza (el alma permanece inmortal). Hace referencia al vano paso de la Ley, ya que ni el sacerdote ni el levita curaron las heridas del hombre víctima de briganes. “Porque es imposible que la sangre de toros y chivos quite los pecados” (Heb 10,4) y sólo podía hacerlo el que ha revestido toda la naturaleza humana. Será la primicia de la pasta de todas las razas: judíos, samaritanos, griegos y toda la humanidad. El Verbo con su cuerpo, su montura, se encontró en el lugar de la miseria del hombre. Curó sus heridas, lo hizo reposar en su propia montura y le dio como abrigo su misericordia, para que encuentren el reposo los que penan abrumados bajo el fardo (Mt 11,28). (…)
“Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes” (Jn 15,4). El que encuentra su abrigo en la misericordia de Cristo recibe de él dos monedas de plata: una es amar a Dios de toda su alma y la otra amar a su prójimo como a sí mismo, según la respuesta del doctor de la Ley (cf.Mc 12,30 ss.). Pero porque “a los ojos de Dios, no son justos los que oyen la Ley sino los que la practican” (Rom 2,13), no se trata sólo de recibir las dos monedas de plata (…). Para cumplir los dos mandamientos, es necesario también aportar su contribución personal con obras. Por eso, el Señor dijo al hospedero que todo lo que diese para el cuidado del herido se lo rendirá, según la medida de su celo, en su segunda venida.
San Gregorio de Nisa (c. 335-395)
monje, obispo
Sermón 14 (Le Cantique des cantiques, Les Pères dans la foi, Migne, 1992), trad. sc©evangelizo.org
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