sábado, 18 de mayo de 2024
Ruaj Adonai
Padre de bondad y de ternura,
es justo darte gracias y alabarte por el don del Espíritu
que has derramado sobre la Iglesia
y sobre esta pequeña Comunidad. Por eso te decimos:
Ante el viento de tu Espíritu
que sopla donde quiere, libre y liberador,
vencedor de la Ley, del pecado y de la muerte,
nos ponemos, Señor.
En el viento de tu Espíritu,
que se remansó en el corazón y en el vientre
de una aldeana de Nazaret,
vivimos, Señor.
Al viento de tu Espíritu,
que se apoderó de Jesús
para enviarlo a anunciar la Buena Nueva,
de la misericordia y la liberación,
seguimos, Señor.
Al viento de tu Espíritu,
que se llevó en Pentecostés
los prejuicios, las dudas, los miedos de los apóstoles,
y abrió de par en par las puertas de la Iglesia
para que la comunidad de los seguidores de Jesús
fuera siempre sensible al mundo,
libre en su palabra,
coherente en su testimonio
e invencible en su esperanza,
nos abrimos, Señor.
Junto al viento de tu Espíritu,
que se lleva siempre los nuevos miedos de la Iglesia,
abrasa en ella todo poder que no se servicio
y la purifica con la pobreza y el martirio,
nos reunimos, Señor.
Al viento de tu Espíritu,
que reduce a cenizas todos los vicios,
alimenta todos los valores
y es el alma del Reino,
obedecemos, Señor.
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