lunes, 12 de junio de 2017

Contemplativos en la acción

"El Hermano dijo:

Padre mío, enséñame, os lo ruego, de qué manera la oración extirpa los conceptos en el espíritu. El anciano respondió:
Los conceptos son conceptos de objetos. Entre tales objetos algunos se dirigen a los sentidos, otros al espíritu. El espíritu que se demora entre ellos queda enredado en esos conceptos, pero la gracia de la oración une al espíritu a Dios y, mediante esa unión, lo separa de todos los conceptos. El espíritu, así desnudo, se hace familiar y semejante a Dios.
Como tal, le pide lo que necesita y tal demanda jamás es frustrada. Por ello el apóstol prescribe "orar sin interrupción" para que uniendo asiduamente nuestro espíritu a Dios, lo liberemos poco a poco de las ataduras con los objetos materiales.
El hermano le dijo: ¿Cómo puede el espíritu "orar sin interrupción" puesto que, salmodiando, leyendo, conversando, consagrándonos a nuestros oficios, lo desviamos hacia numerosos pensamientos y consideraciones?

El anciano respondió: La divina Escritura no ordena nada imposible.

El apóstol también salmodiaba, leía, servía y, sin embargo, oraba sin interrupción.
La oración ininterrumpida consiste en mantener el espíritu sometido a Dios con una gran reverencia y un gran amor, sostenerlo en la esperanza de Dios; realizar en Dios todas nuestras acciones y vivir en él todo lo que nos sucede.
El apóstol, puesto que se encontraba en tal disposición, oraba sin tregua."

Máximo el Confesor

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