martes, 13 de junio de 2017

Evangelio según San Mateo 5,13-16. 
Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo. 

RESONAR DE LA PALABRA

Luis Manuel Suarez, cmf
Queridos amigos:
Jesús, desde su sabiduría, nos habla con ejemplos que todos podemos entender.
La sal… Su misión es disolverse entre la comida. Al final, aparece invisible a los ojos de la cara, pero es perceptible para el gusto. Y realza el sabor. Y alegra las comidas. Y nunca algo tan pequeño, cuando falta, es echado tanto de menos.
La luz… Gracias a la electricidad, en muchos sitios del mundo se da ya por supuesta en cualquier momento del día. Pero no por ello deja de ser algo sorprendente: la luz –natural o artificial- nos permite movernos con facilidad, recibir mucha información en muy poco tiempo, admirarnos ante la vida creada… Cuando falta, surge la desorientación y el miedo ante los peligros. Y basta una vela encendida para vencer la más oscura de las noches.
A cada discípulo del Maestro se nos ha entregado una vela encendida. Nos la dieron el día de nuestro Bautismo, como signo de la luz que Jesús nos da. Es una luz incomparable, que nada ni nadie pueden dar, sino Él: saber que venimos del Dios-amor, saber que estamos aquí para amar, saber que nos espera el abrazo del Padre… Y se nos ha dado para que brille, para transmitirla a la próxima generación. Porque el mundo se perdería algo grande sin esa luz.
A cada seguidor de Jesús se nos ha regalado un puñado de sal. Se nos ha dado en la Palabra y en la vida. Y se nos ha entregado para dar sabor: con las palabras y con las acciones. Porque el mundo tampoco sería lo mismo sin esa sal. Entregar la vida para dar vida. Perderse para ganarse…
Quien tenga oídos para entender, que entienda.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

No hay comentarios:

Publicar un comentario