Monseñor Alberto Taveira presenta diez tópicos que él llama “receta de la alegría”, realización deseada para fin de año
La iglesia y el mundo continúan sorprendiéndose con las actitudes y palabras del Papa Francisco, novedad de Dios ofrecida a todos, con seguridad, coherencia, claridad y capacidad de decisión que edifican a las personas más cercanas y a los que se encuentran en las periferias geográficas y existenciales. El Papa propone continuamente la vuelta al Evangelio y la oportunidad de conversión a los que se encuentran en la Iglesia y a los que la miran de lejos. Que nadie espere actitudes contrarias a la enseñanza moral o irresponsabilidades en la conducción de la Iglesia. Al realizar la reforma de la Curia Romana o la reflexión sinodal sobre la familia, aún cuando pretenden colocar en su boca palabras y propuestas extrañas, basta escucharlo directamente o leer sus documentos para verificar la clara línea de evangelizador incansable y coherente, regalo de Dios para nuestro tiempo.
Así, deseo compartir el camino de la alegría cristiana, a partir de las constataciones y provocaciones positivas hechas por el Santo Padre en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium.
“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de aquellos que se encuentran con Jesús. Cuantos se dejan salvar por El son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior y de la lejanía! Con Jesucristo renace sin cesar la alegría. Quiero dirigirme a los fieles cristianos a fin de invitarlos para una nueva etapa evangelizadora marcada por esta alegría e indicar caminos para el camino de la Iglesia en los próximos años. El gran riesgo del mundo actual, son sus múltiples ofertas de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón comodista y mezquino, de la búsqueda desordenada de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se cierra en los propios intereses, deja de haber espacio para los otros, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor ni hierve el entusiasmo por hacer el bien. Este es un riesgo, seguro y permanente, que corren también las personas de fe. Muchos caen en él, transformándose en personas resentidas, reclamonas y sin vida. Esta no es la elección de una vida digna y plena, este no es el designio que Dios tiene para nosotros, esta no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado. Invito a todos los cristianos en cualquier lugar y situación en que se encuentre. a renovar hoy mismo su encuentro personal con Jesucristo o por lo menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por él, de buscarlo día a día sin cesar. No hay motivo para que alguien piense que esta invitación no es para sí, ya que nadie queda fuera de la alegría que el Señor trae. Quien se arriesga, el Señor no lo defrauda y cuando alguien da un pequeño paso en dirección a Jesús, descubre que El ya esperaba de brazos abiertos su llegada.” (EG 1-3).
Este es un regalo digno de ser pedido y compartido en esta Navidad, la verdadera alegría. Con cierta frecuencia aparecen propuestas de “decálogos”. En el texto de la Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses (5, 16-24), identifiqué diez indicaciones que deseo llamar “receta de la alegría”, en tiempos en los que las personas se equivocan pensando solo en adornos y regalos.
“Esten siempre alegres” es la recomendación de San Pablo. Alegría es tarea, virtud a ser practicada, decisión tomada con claridad, antes de ser una efusión de ruido o carcajadas, quien sabe motivadas por exterioridades que no realizan a las personas.
“Oren sin cesar” Como sabemos que quien reza se salva, tenemos también la seguridad de que el llamado a la oración, especialmente en la participación de la Santa Misa, es el camino seguro para mantener la verdadera alegría.
“Den gracias en todas las circunstancias” Mirad alrededor e identificar los innumerables motivos que tenemos para agradecer, mucho más grandes que los problemas que existen. Vale la pena apoderarse, con la gracia de Dios, de la buena noticia de cada dia.
“No entristezcan al Espíritu”. Es por él que somos conducidos y seremos felices si escuchamos siempre su voz, que se manifiesta en nuestra conciencia.
“No desprecien los dones de la profecía, sino que examinen todo y quédense con lo bueno”. El Señor no nos entregó a la suerte de los acontecimientos, sino que nos garantizó la asistencia del Espíritu Santo, para discernir lo que es útil para nuestra salvación. Vale la pena prestar atención, porque hay mucha inspiración enviada por Dios a los pequeños y a los más jóvenes.
“Aléjense de toda especie de mal”. No jugar con fuego para no quemarse, nos enseñan nuestros padres. Radicalidad, huir del pecado, seriedad en la vivencia de la ley de Dios.
“Que el mismo Dios de la paz vos santifique enteramente”. Buscar la paz y la realización fuera de Dios solo conduce al fracaso. Nuestro mundo multiplica leyes y regulaciones, pero le falta el alma para encontrar la paz que solo puede venir de Dios.
“Todo vuestro ser, el espíritu, el alma y el cuerpo, sea guardado irrepreensible”. No basta tener cuidado con el cuerpo, la higiene, la alimentación y los ejercicios físicos. Es necesario cuidar la vida interior si queremos ser realmente felices y alegres!
Si nosotros hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solamente para esta vida, seríamos los hombres más dignos de lástima” (1 Cor 15,19). Fuente de felicidad es mirar también para la eternidad, después de nuestra Pascua personal en la muerte.
“Aquel que los llamó es fiel y El mismo hará la obra“. La última recomendación es la certeza de que estamos en las manos de quien nos puede dar la verdadera alegría
¡Experimenta esta receta!
Monseñor Alberto Taveira
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