Es necesario seguir aprendiendo a realizar nuestras aspiraciones más sublimes.
Es así que aprendemos a ser felices.
Quien quiere ofrecer su vida concretamente debe comprender que únicamente ofreciéndose a los otros es que esa ofrenda será legítima, verdadera.
Es dándonos al prójimo en las actividades del día a día, en las palabras, en los gestos, en la paciencia, en el tiempo que gastamos con ellos, sirviéndoles, acogiéndoles, rezando por ellos, oyendoles y esperándolos que nos ofrecemos al Señor.
Quien quiere donarse a Dios sin ofrecerse al prójimo, ¡se engaña!
Con cariño y oraciones,
Tu hermano,
Ricardo Sá
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