La familia sobrevive más por causa de los valores, que patrimonio
Al hablar de familia podríamos reflexionar sobre tantas cosas: fue el propio Señor quien la inició, ella es la célula que mantiene la sociedad, lugar donde aprendemos las primeras nociones de relaciones interpersonales.
Sin duda, tenemos por lo menos, la comprensión de que la familia es, o debería ser, donde podemos ser nosotros mismos y donde encontramos el amor incondicional.
Partiendo de esta consciencia y del deseo inherente de todo ser humano por tener y ser familia, percibimos el esfuerzo de las personas en convertir eso en algo posible y concreto. La mayoría de nosotros, aún sin ser cristiano, lucha y está dispuesto a construir un ambiente cercado de esta plena acogida.
Sin embargo percibimos cada vez más en el mundo de hoy, que la noción de las personas sobre lo que es edificar una familia está siendo la base de preocupaciones financieras y patrimoniales. Como si el amor y la formación humana estuviesen conectados a comodidad y bienestar material. Desde los preparativos del matrimonio, incluso cuando pensamos en la convivencia y en la armonía entre la pareja, y, principalmente si el asunto son los hijos, la primera cosa que viene a la mente son las cifras (el dinero).
¿Ya imaginaste alguien desistiendo de tener hijos, porque no puede hacer un viaje, porque contabilizó los pañales o cuánto costará la Universidad dentro de algunos años?
Estamos invirtiendo demasiado en el trabajo y en la carrera profesional, interpretando la armonía familiar como una asociación financiera, que también divide las tareas. Así, las familias se han vuelto frías y desprovistas de diálogo y afecto. Uno prácticamente no conoce al otro, porque donde no se demuestra el verdadero amor, las personas no ganan confianza entre sí.
Tu familia necesita más de ti, de la preciosidad que tú eres y de los dones que necesitas, que de lo que el capital puede producir.
Gran parte de los problemas de los jóvenes con quien hablo tiene que ver con la ausencia de sus padres. Viven en la misma casa, pero falta amistad, diálogo, testimonio, enseñanzas de vida, transmisión de experiencias, confianza, sonrisas en vivencias sencillas del día a día, que quedan gravadas para siempre en la vida del jóven y que los preparan para las dificultades. Pero sobran ropas y calzados de “marca”, aparatos electrónicos de última generación, viajes y una casa llena de cosas hermosas y de calidad. Dejamos el aprendizaje de nuestros hijos; nos falta tiempo para estar con ellos. ¿Cuánto tiempo has tenido con tus hijos?
Yo aprendí a nadar, a conducir y hasta hice algunas aventuras con mi padre. Y no digo que todos tengan que enseñar todo eso a sus hijos, solo no veo como positivo que todo sea aprendido en una pequeña escuela, con otras personas.
Enseñar valores.
Es en las actividades habituales de todos los días que se infunden principios en las personas que amamos.
Una pareja que cultiva entre sí los valores cristianos vence cualquier desafío en la vida, porque Cristo venció el mundo. Y Él nos dio la victoria. “Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó” (Rom 8,37).
Una pareja que cultiva entre sí los valores cristianos vence cualquier desafío en la vida, porque Cristo venció el mundo. Y Él nos dio la victoria. “Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó” (Rom 8,37).
Familia no es un grupo de personas que simplemente encuentran afinidades, porque tienen que existir disposiciones además de la amistad. En un hogar, uno da la vida por el otro, tiene que haber un vínculo mayor que la sangre, que es el del corazón y del alma. Familia es la base, el fundamento para la construcción de la persona, por eso no puede estar condicionada a acabar si las afinidades legan a su fin.
Mis padres no tenían condiciones de pagar una universidad para mí, pero un día nos sentamos a charlar y ellos se pusieron a disposición. Me enseñaron a ser un hombre honrado y trabajador, responsable y de bien. Fue exactamente eso lo que me aseguró una promoción en la empresa donde trabajé seis meses antes de terminar la escuela secundaria. Con ese nuevo cargo y sueldo, conseguí pagar los costos de mi curso superior.
Soy muy agradecido a mis padres, tanto por la disposición al sacrificio cuanto, principalmente, por transmitir valores que son base para toda y cualquier decisión que yo tenga hasta los días de hoy.
Un día, escuché esta frase: “No se preocupe en dejar herencia a su hijo. Si él sólo tiene eso, lo gastará y perderá todo. Si transmites amor y valores, él conquistará el mundo entero”.
La familia sobrevive más por el amor y valores morales que por el patrimonio y bienes que puedan acumular.
¡Dios te bendiga!
Sandro Arquejada
Misionero de la Comunidad Canción Nueva
Misionero de la Comunidad Canción Nueva
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