¿Quién de nosotros, hombres, nunca escuchó esta: frase: “Para de llorar muchacho, los hombres no lloran”?
Desde pequeños somos condicionados a retener nuestros sentimientos, principalmente los dolores y las angustias, sofocándolas en nuestro íntimo. Y así, inconscientemente vamos encarnando como una verdad que para ser hombres crecidos debemos desarrollar la insensibilidad a los sufrimientos propios y consecuentemente, a los ajenos también.
¿Quién dice que el hombre no llora? ¡Claro que llora! Y debe llorar cuando es necesario, cuando siente que el dolor está transbordando su corazón.
En ciertas situaciones realmente no queda bien, ni se espera que un hombre se deje postrar por un acontecimiento. La naturaleza dio al ser masculino la potencia muscular, más allá de las características psíquicas de la iniciativa, impulsividad, capacidad de responder de inmediato a lo que se le presenta como desafío y otros aspectos, para que él sea el primero en enfrentar los problemas (lanzarse a enfrentarlo)
Desde pequeños somos tratados de forma más firme, y eso es natural y perfectamente aceptable.
Las chicas juegan a la ‘casita’, que simboliza interacción, cooperación, ambiente acogedor y cariño. Aprenden ballet o danzan moviendo sus vestidos para sus padres, y entonces escuchan elogios referentes a su belleza y a lo mucho que son amadas. Así, su sensibilidad es trabajada y lo entendemos como “ellas tienen derecho” a mostrar sus fragilidades.
Los chicos juegan con sus carritos, y generalmente simulan accidentes o fantasean una aventura, casi siempre tienen ocasiones de lucha. Percibe que son actividades que inician al pequeño a salir de sí y enfrentar la vida, o sea, la sociedad, la familia y hasta los amigos moldean al hombre por medio de desafios. Hay la expectativa de que él sea fuerte física y emocionalmente
Por lo tanto, al ver a una mujer llorando, probablemente nos compadeceremos de su sufrimiento y será más soportable verla prolongando su lástima. En el caso de un hombre, tal vez hasta aceptemos sus lágrimas por un tiempo pero después nos quedamos con la sensación de “¡Ya para, levántate y reacciona!”
El problema es cuando nos fijamos en un estereotipo y quitamos el derecho y la dignidad de un hombre como persona, alguien con sentimientos, que no tiene la obligación de ser fuerte todo el tiempo.
Realmente esperamos que el hombre se comporte diferente de la mujer, que esté preparado para que cuando sea necesario tome la iniciativa y vaya hacia adelante del hecho desagradable. Pero para eso el hombre necesita principalmente en un primer momento, llorar y colocar hacia afuera su dolor.
Además, el primer paso para superar una dificultad es admitir que esa contrariedad afectó nuestro corazón.
Las lágrimas son parte de este proceso. Primero, coloca hacia fuera tu indignación y el impacto de la mala noticia, eso te ayudará a que después no reacciones por rabia o sin pensar. El llanto retenido se transformará en herid y se almacenará en el alma, pudiendo producir enfermedades y traumas que nos dejan cada vez más sensibles e intransigentes.
En fin, llorar hace bien y no contradice el testimonio de masculinidad.
.: Hombres según el corazón de Dios
Sandro Arquejada
Misionero de la Comunidad Canción Nueva
Misionero de la Comunidad Canción Nueva
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