El evangelio, que Jesús predica y vive, no es una religión basada en el fariseísmo de la gente, sino una religión de amor y misericordia basada en la pura generosidad de Dios. Esto hace posible que un pecador típico como Mateo -- explotador y además traidor a su pueblo-- sea llamado a ser apóstol. Y Cristo se sienta a la mesa con pecadores y con sus amigos, con nosotros ahora, “para que los pecadores sean perdonados”.
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